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Santiago
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Un año más se repite la historia, y el calendario católico adquiere tal protagonismo en la sociedad escurialense que casi ningún vecino escapa a su importancia además de ser muy pocos los que no se dejan acariciar por su impronta. Quien más, quien menos, nota flotar en el ambiente la inequívoca presencia de un sentimiento encaminado a rememorar la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Al igual que ocurre en tantos otros pueblos y ciudades del orbe cristiano, los vecinos de San Lorenzo de El Escorial se prestan a participar en los actos litúrgicos y a ser protagonistas de los tradicionales desfiles procesionales; unas manifestaciones populares que ponen de manifiesto la fe y el vínculo que une a una buena parte del pueblo gurriato con su historia y con la tradición cristiana. Los impulsos que mueven a los cofrades, a los hermanos, a los penitentes, a las camareras de la Virgen, a participar en los actos procesionales son tan dispares como dispares son los sentimientos humanos. Hay quien participa simplemente por cumplir una promesa, quien no quiere reprimir la veneración que siente por recordar los momentos más dolorosos de la vida de Cristo, quien lo hace por dar continuidad a una determinada tradición, quien quiere dar muestra pública de su fe, quien desea transmitir a sus hijos un precioso legado que entiende no debe caer en el olvido. Sea como fuere, ahí está un año más la Semana Santa gurriata para que creyentes, ateos y agnósticos se pregunten qué empuja a todo un pueblo a recordar con incansable puntualidad el doloroso Calvario del Crucificado.
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