El mirador
Los derechos por derecho
Víctor Corcoba
miércoles 22 de octubre de 2014, 11:13h
Un joven estudiante de filosofía tuvo a bien enviarme las fotocopias de un trabajo publicado por el filósofo americano Ronald Dworkin, uno de los pensadores del derecho más influyentes en la actualidad, junto a unas anotaciones suyas en las que refrendaba su propia postura a favor de la primacía de los derechos.
Ciertamente habría que tomarse los derechos humanos más en serio y exigirlos como requisito vital para llevar a buen término una diga vida, y no meros sueños, aspiraciones o anhelos, reforzándolos con una base ética sólida; pues, de lo contrario, permanecerán frágiles y sin cimientos. Sabemos que los derechos humanos son propios, personales, privativos, exclusivos e individuales. Decimos que pueden ser concedidos, limitados, canjeados o vendidos. Sin embargo, la esclavitud, sumisión, servidumbre, sometimiento y demás clases de hegemonías y abusos, siguen ahí, de manera tradicional y solapada.
Llegado a este punto yo me interrogo, por si alguien lo pone en duda, y expongo a la consideración del lector las respuestas. ¿No es fomentar la esclavitud dejar que los niños sean forzados sexualmente, obligados a empuñar armas, o se enganchen a un videojuego en el que para vencer a los enemigos hay que fundirlos en bolsas de ácido? ¿No es fomentar la dominación que las personas mayores o enfermas sean despreciadas, no se les cuide de forma apropiada, olvidando que sus vidas tienen valor y que la sociedad les desea vivos en vez de muertos como a veces da la sensación? ¿No es fomentar la dependencia que el mejor negocio de España sea la cocaína? ¿No es fomentar la injusticia que ciertos programas televisivos mediáticos compren y vendan a la persona como si fuese un objeto más de usar y dejarlo tirado después? ¿No es fomentar el vasallaje la propaganda bélica y la instigación al odio racial o religioso? Ni la esclavitud ni sus sinónimos semánticos han sido liberados todavía, por muchos humanos derechos que mastiquemos en la boca. Los medios de comunicación son espejos fedatarios de la mucha tortura sembrada por la faz de la tierra y de los muchos torturadores que están en activo segando vidas y amortajando sonrisas. Por desgracia, esta oleada de chulesco incivismo, de gamberradas continuas, se acrecienta como las cucarachas, haciendo de las ciudades y pueblos verdaderos campos de batalla, puesto que en cualquier esquina alguien puede darte una puñalada trapera por unos euros, o por simple divertimento de haberle caído mal.
La responsabilidad de estos descontroles es prioritariamente del Estado. En vista de como está el patio de revuelto, no son pocos los observadores internacionales que consideran crucial que la ONU recupere su condición de actor independiente en la escena mundial y ponga sobre el tapete el cumplimiento de las exigencias de los derechos humanos.