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Luces y sombras

2008, un año de vacas flacas - Las tesorerías municipales tendrán que ‘lidiar’ la crisis generada por el sector de la construcción

Manuel J. Ortega

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:13h
2008, un año de vacas flacas - Las tesorerías municipales tendrán que ‘lidiar’ la crisis generada por el sector de la construcción
Los consistorios serranos se van a tener que apretar este año el cinturón si quieren evitar que sus deterioradas arcas municipales queden al borde de la suspensión de pagos. Después de casi una década de vacas gordas, situación creada por el boom de la construcción, sobre todo en una comarca donde el ladrillo y el cemento se habían convertido en pilar esencial de la economía de muchos de nuestros ayuntamientos, que ahora, tras la crisis que afecta a este sector, van a tener que cambiar el chip para no verse abocados a la bancarrota. Ya se comenta que solamente en concepto de IBI -la tasa que grava la propiedad de la vivienda-, van a dejar de ingresar entre el 25 y el 30 por ciento de su presupuesto. Ante esta situación, muchos de los proyectos programáticos manejados por los regidores se van a quedar en agua de borrajas y las deterioradas infraestructuras de sus municipios tendrán que aguantar hasta que lleguen tiempos mejores. El hacer dinero fácil, como venía sucediendo en estos estos años de bonanza, a través de licencias de obras, convenios urbanísticos o por la enajenación de terrenos municipales, entre ellos los procedentes de los aprovechamientos medios, ha tocado a su fin. Nuestros alcaldes están condenados a volver a las andadas de antaño, es decir, a enfilar la A-6, dirección Madrid, y negociar en las sedes de las consejerías las subvenciones que permitan a sus representados mantener su actual calidad de vida.

Nuevas alternativas
La desaceleración que desde mediados del pasado año sufre el sector de la construcción ha dejado con el culo al aire a muchas de las haciendas municipales. La excepción a la regla la podemos encontrar en ayuntamientos como Torrelodones, Robledo de Chavela y Moralzarzal (pasiblemente haya alguno más), donde sus regidores han sabido prever la desaceleración económica que se venía anunciando al crear servicios alternativos que pudieran permitir paliar el déficit generado por la crisis urbanística. Ejemplo de ello es la decisión adoptada por sus munícipes de bajar sensiblemente las tasas de matriculación de vehículos, lo que les ha permitido triplicar sus ingresos por este concepto.

En el otro lado de la balanza, nos encontramos con los consistorios de Valdemorillo, Galapagar y Collado Villalba, por citar los más importantes en función de sus partidas presupuestarias, donde sus regidores se han dejado llevar en volandas por la euforia del ladrillo. No vamos a desvelar ningún secreto si decimos que las arcas municipales de estos tres ayuntamientos están en su peor momento, ni que su endeudamiento es preocupante, lo que ha afectado a sus infraestructuras, actualmente desbordadas por un desmesurado crecimiento demográfico que ha superado con creces las pobres previsiones realizadas al respecto. De ahí sus carencias en servicios tan básicos como son la recogida de basuras y limpieza viaria, saneamiento, suministro de agua, seguridad ciudadana, instalaciones deportivas y educativas, transporte urbano, urbanizaciones, ambulatorios...

Menos obras y más servicios
Esta burbuja inmobiliaria ha generado vicios y malas costumbres. Tanto es así que muchos ejecutivos han vendido la piel del oso antes de cazarlo, caso de Valdemorillo, donde sus munícipes firmaron convenios urbanísticos monetarizados a diestro y siniestro confiados en que la Comunidad de Madrid les iba a dar el visto bueno y ahora van a tener que devolver a promotores y particulares el dinero que según la oposición ya se han gastado. ¿Cómo van a solucionar el problema?. De momento, su alcaldesa, Pilar López Partida, ha optado por la vía más fácil: enajenar los terrenos municipales donde se viene celebrando el mercadillo para que en ellos se construya un centro comercial, con ocio, tiendas y alimentación, decisión que no ha sido bien recibida ni por los grupos de la oposición ni por los comerciantes. Otro caso es el del Ayuntamiento de Collado Villalba, capaz de gastarse un millón de euros en organizar festivales como el de Viajazz y Viacelta o de perder 250.000 euros con la contratación de Elton John, y ahora inmerso en la construcción de un parking subterráneo cuya obra le va a costar a la tesorería local más de 36 millones de euros, una auténtica barbaridad si tenemos en cuenta que este municipio sigue careciendo de infraestructuras tan básicas como una estación de autobuses en condiciones o una Casa de Cultura acorde con una población de 60.000 habitantes, que aún mantiene calles y aceras en precario y que tiene el tráfico urbano estrangulado por la A-6, vía de ferrocarril y río Guadarrama, barreras que dividen la ciudad en tres partes. ¿Y qué les vamos a decir de Galapagar?. Más de lo mismo, porque sus gobernantes han permitido sin sonrojo alguno un crecimiento desmesurado y un urbanismo desordenado. El cuatripartito que rige los destinos de esta localidad, pese a sus buenos deseos, ya ha asumido que en lo que resta de legislatura va a tener que hilar muy fino para abordar los muchos compromisos económicos que tiene sobre la mesa.
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