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Algo más que palabras

El vino en verso y el verso en vino

Víctor Corcoba

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:13h
El vino en verso y el verso en vino
Desde los más remotos tiempos, se ha dicho que el pan encarna todo lo que el ser humano precisa para el diario de su vida, mientras el agua es el germen que hace posible la existencia, bajo el festín del vino que nos alegra el corazón. Nos lo recuerda el refranero: con pan y vino se anda el camino. Convertido el vino, pues, en la exquisitez gozosa de la creación, es natural que el paladar del arte y de la literatura lo eleve a las alturas del amor. Y como en todas las pasiones, se requiere para que las cumbres no se tornen borrascosas, hacerlo en distanciados sorbos y en pequeñas dosis para disfrutar más, siendo uno mismo, de la optimista fiesta de los sentidos. Un proverbio japonés pone la tilde en la actitud a tomar: “Con la primera copa el hombre bebe vino, con la segunda el vino bebe vino, y con la tercera el vino bebe al hombre”.

El vino siembra poesía en los corazones. El vino en verso y el verso en vino ayuda a romper murallas. Celebrarlo es lo propio. Esto viene a cuento porque estamos conmemorando el 75 aniversario de las Denominaciones de Origen de nuestros ricos caldos, que por entonces eran 21, así como ocho Estaciones Enológicas, y que actualmente son 131, correspondiendo 16 a bebidas espirituosas con Denominación Geográfica, 42 a Vinos de la Tierra y 73 a vinos de calidad producidos en región determinada.

El arte y la literatura en el vino han ido creciendo como también nuestra posición privilegiada, ya que somos líderes en superficie vitivinícola, según el informe de la Organización Internacional de la Viña y el Vino (OIV) del pasado marzo. Además, somos el tercer exportador de vino del mundo, con unos 14 millones de hectolitros. Este volumen representa un 17 por ciento del total del mundo, por detrás de Italia y de Francia. Ya en su época el ilustre Quevedo hizo la mejor publicidad cuando escribió: “(...) para conservar la salud y cobrarla si se pierde, conviene alargar en todo y en todas maneras el uso de beber vino, por ser, con moderación, el mejor vehículo del alimento y la más eficaz medicina (...)”. De igual modo, en la Antigua Alianza, tanto el pan como el vino eran ofrecidos como sacrificio entre las primicias de la tierra en señal de reconocimiento al Creador.

Allá por los años en los que la poesía gobernaba sobre la prosa, un tal Hipócrates insistía en el buen tono y mejor timbre que se consigue llevándose a los labios con mesura un trago de este manjar de los dioses. Así lo convidaba al gentío: “El vino es una cosa maravillosamente apropiada para el hombre si, en tanto en la salud como en la enfermedad, se administra con tino y justa medida”. Al respecto tenemos que decir que, en cuanto al consumo actual y según datos del panel de Consumo Alimentario del MAPA, la propia ministra del ramo, Elena Espinosa, ha señalado que si bien se ha producido un descenso del consumo del vino en España, no ha ocurrido lo mismo con los vinos de calidad, que ha crecido de manera continua en los últimos 20 años. Y es que un vino bien cuidado y mejor servido, ingerido en el momento oportuno, aparte de sentar bien, fomenta el diálogo, es cultura y diversidad, da brillantez a la campiña -como dijo Ortega y Gasset-, exalta los corazones, enciende las pupilas y enseña a los pies la danza.

Pienso que el gobierno español hace bien en diseñar la denominada Estrategia 2010 para situar a España como líder del sector del vino a nivel mundial. Cuando menos, a mi juicio, es un peldaño más para la acción de todos los agentes que operan en el sector para ser competitivos y así vender más y mejor. Que no quede sólo en deseos y palabras.
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