El paréntesis
Las cosas por su nombre
Juan Torres Cardoso
miércoles 22 de octubre de 2014, 11:13h
Más de medio centenar de mujeres han sido asesinadas en lo que va de año dentro del capítulo denominado como violencia de género, antes conocido, al menos en el argot policial y judicial, como crimen pasional.
Pues bien, que quede claro que aquí el género no viene dado por el sexo, sino por la denominación, y la violencia por lo mismo, de modo que la violencia de género se convierte en la designación, desde mi punto de vista redundante de ese desolador fenómeno de agresión a las mujeres que estamos padeciendo, ellas especialmente, en los últimos tiempos.
La sociedad española se juega mucho, diríase que casi todo, a la hora de intentar conseguir atajar esa masacre. De ello son conscientes nuestros políticos, de ahí que importe tanto cada resorte, cada detalle y cada elemento del plan de choque minuciosamente elaborado contra esa violencia disparada, incluido el propio nombre.
Pero la descriminación positiva que la nueva ley establece viene a consagrar ese nombre errado de violencia de género, como si las demás violencias que se generen en el seno de una pareja, sobre todo entre un hombre y una mujer, de trato anómalo merecieran un rango inferior y, en consecuencia, menos punible. ¿Cómo llamar, entonces, a esa violencia o violencias en que se ven involucrados, cuando no son víctimas directas, los niños, actores que ni siquiera pueden huir, defenderse o denunciar? ¿Cómo referirnos a eso sin distorsionar la naturaleza profunda? Porque no es irrelevante el nombre de las cosas: como todos sabemos, las palabras crean realidad y por tanto hay que cuidar mucho los calificativos a utilizar. Es obvio que acertar con el nombre de una vez por todas puede ayudarnos a combatir el suceso que designa.
Por eso en la denominación del caso que nos ocupa hay que huir del crimen pasional, ya anticuado, y también de su inconcreto sucesor: la violencia de género. Yo me quedaría con crimen o violencia a secas.