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Tribuna

Fomento de la paranoia

José M. Pereira

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:13h
Tras el dispositivo policial desplegado en torno a una mochila olvidada días pasados en la céntrica plaza de Galicia en Santiago de Compostela, me he dado cuenta de que hemos llegado a tal punto en nuestra paranoia de inseguridad colectiva que ya no necesitamos terroristas islámicos ni independentistas para desestabilizar nuestra pequeña sociedad del bienestar; simplemente bastaría un ataque de despreocupación ciudadana, olvidando mochilas y bolsas de la compra aquí y allá, para sumir a una ciudad en el más absoluto caos.
La sensación de la seguridad que nuestros políticos intentan vendernos como un valor añadido a sus programas, sembrando nuestras ciudades de funcionarios cruzados de brazos y nuestras carreteras de controles, no hace más que alentar, por contraposición, una nada despreciable ilusión de inseguridad. Donde a la más mínima alerta de algún ciudadano incómodo hace despertar del letargo de la guardia diaria a todos estos funcionarios del orden dispersados por nuestras calles, para demostrarnos cuánto de imprescindible es su presencia para nuestro bienestar diario.

Una inseguridad que ronda la soberbia, pues en nuestro confortable Primer Mundo tenemos tanto de todo que ¿por qué no tener un poco de inseguridad también? De esa que, junto al petróleo y los diamantes, tanto les sobra a los países tercermundistas. Eso sí, nuestra inseguridad va a ser más segura y mejor que la de esos bárbaros del sur, que para algo tenemos los estándares de calidad de la Unión Europea.

Quizás muchos de nosotros deberíamos pasar unas vacaciones en Palestina o en Irak, por citar sólo algunos de los destinos más cálidos por no decir calientes que hay actualmente, para que, a falta de sentido común, al menos seamos capaces de diferenciar el bienestar de la inseguridad o el terrorismo de la mala memoria de algún ciudadano olvidadizo.
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