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Las dos caras de la memoria y la tortura
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Las dos caras de la memoria y la tortura

Por José Luis Úriz Iglesias
miércoles 19 de febrero de 2025, 12:55h
Dos acontecimientos que he vivido en los últimos días me han hecho reflexionar para romper el silencio y recuperar la memoria.

El primero el visionado de la película ganadora del último Goya; “La infiltrada” que nos retrotrae a la época más dura de ETA y la lucha anti terrorista. Con sus claros y sus innumerables sombras.

Viene a mi memoria esos años sufridos con dolor, tenacidad y un punto de valentía.

Suelo comentar que siento he sufrido la tortura en dos ocasiones muy diferentes, cuando a principios de los 70 estuve en manos del famoso “Billy el niño” al que la covid se llevó y sus compañeros de tropelías de la Brigada Político Social, BPS.

Aquellos días, aquellas horas desaparecido en la siniestra DGS, todo lo que viví y sufrí allí, mis sensaciones y sentimientos que ya permanecerán en mí hasta que desparezca de este mundo.

La segunda fue en los duros años en los que fui cargo electo del PSOE, tanto en el Ayuntamiento de mi pueblo, Villava-Atarrabia como en el Parlamento de Navarra, de 1991 a 2011.

20 años plagados de experiencias negativas, de presión injusta e innecesaria, de acoso en la puerta de mi casa, el colegio de mi hijo, cada vez que subía y arrancaba mi coche, o paseaba por las calles de mi pueblo, 11 largos años con dos escoltas.

Más dos ocasiones a punto de que acabaran conmigo. Recuerdo aquella llamada del secretario de estado de interior cabreado para comunicármelo y echarme la bronca por escaparme de paseo sin escoltas. “Ni a mear solo” me lanzó, era cerca de los sanfermines donde hacía barra en mi peña Muthiko Alaiak, ese año me tocó ausentarme y visitar Cádiz.

Como en el caso anterior sólo y nada menos que por pensar diferente de quienes me agredían física, verbal y psicológicamente.

Dos veces torturado por quienes me consideraban un enemigo a destruir. Da para muchas reflexiones.

El segundo acontecimiento ha sido mi participación en el acto organizado por el Gobierno de Navarra, como reconocimiento y reparación de las víctimas por actos de motivación política provocados por grupos de extrema derecha o funcionarios públicos.

Allí como víctima de esos hechos me juntaba con quienes con posterioridad me presionaron como enemigo.

Debo reconocer que cuando como miembro de la red de personas torturadas me reúno con ellos una extraña sensación me recorre el cuerpo.

Allí codo con codo me solidarizo con su sufrimiento, en demasiadas ocasiones producido por los mías.

Recuerdo en una ocasión cuando como miembro del Comité Federal del PSOE durante 5 años me subí a su tribuna justo delante de Felipe González para denunciar esta circunstancia, para considerar inadmisible la existencia en su día del GAL.

Aquella mirada que me lanzó mientras desgranaba mis reflexiones no la olvidaré nunca.

Fue la primera y la única vez que me permitieron hablar a la mañana, a partir de esa circunstancia ya siempre me dieron mi turno a primera hora de la tarde, con la sala vacía y la gente apurando la copa tras la comida. Existen numerosas versiones de la represión ideológica y para silenciar las voces disidentes.

Por eso a veces tengo la sensación de que me he pasado la vida siendo víctima de esa extraña represión por ser un “verso libre”, por pensar diferente y expresarlo verbal o por escrito.

Comentaba esa extraña sensación de colaborar con los que antes eran mis enemigos, o contrincantes.

Escucho sus relatos, lo que los policías y guardias civiles les hicieron, durante mucho tiempo con mi partido en el gobierno y siento indignación y solidaridad, olvidando lo que algunos de los suyos me hicieron a mí.

Además con una sensación rara ya que lo mío sucedió hace más de 50 años en el final del franquismo, en Madrid y siendo ciudadano madrileño ya que vivía allí. Por eso la gestión de mi caso resulta tan extraña hecha desde Navarra.

La tortura, quizás con una mayor gravedad aplicada en democracia, supone la máxima degradación del ser humano. Soy consciente de lo polémico de este comentario pero en mi opinión supera en degradación al asesinato.

Quizás porque este último supone apenas un segundo mientras que la tortura se aplica durante horas, días y necesita una mayor depravación de quien la ejerce.

Ya he reflexionado en más de una ocasión sobre aquellas horas, aquellos largos días, sobre lo que sentí en mi y en ellos, curiosamente, o no, todos hombres, sobre las dos especies que me encontré, quienes lo hacían porque era su profesión y les ordenaban hacerlo y quienes como Billy disfrutaba cruel y sádicamente destruyendo a sus enemigos, ensañándose con ellos. Existen estudios sobre estos casos, pero creo que hablamos poco de los mismos.

Como final referirme al título elegido para esta reflexión.

En mi caso nunca he guardado silencio, siempre he mantenido viva mi memoria, nunca me acojonaron, ni me anularon. Pero escuchando a otros sí ocurrió que la gente guardó silencio, enterró la memoria y esa red, ese acto sirve para romper uno y destapar lo otro.

El “nunca más” que retumbó en el acto del Baluarte de Pamplona, necesita la verbalización de lo ocurrido, expresar el sufrimiento, trasladar el recuerdo para las generaciones venideras y sobre todo lograr el reconocimiento. El reconocimiento como víctimas de la barbarie.

Con eso me conformo, aunque tenga la espina clavada de que mi torturador Billy se fue a la tumba con las inmorales medallas que le concedió nuestra democracia y que los míos no fueron capaces de arrebatar.

Veremos……………

Fdo.: José Luis Úriz Iglesias (Ex parlamentario y concejal de PSN-PSOE

Villava-Atarrabia 15 febrero 2025

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