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La Monumental se llenó tras 22 años sin hacerlo  (Foto: A. F.)
La Monumental se llenó tras 22 años sin hacerlo (Foto: A. F.)

Regreso por la Puerta Grande

Toros El diestro de Galapagar José Tomás regresó a los ruedos el pasado domingo en una histórica corrida en la Monumental de Barcelona, cortando tres orejas ante toros de Núñez del Cubillo.

Por ALFREDO FERNÁNDEZ
miércoles 22 de octubre de 2014, 11:13h
La vuelta a los ruedos de José Tomás el pasado domingo 17 de junio en la Monumental de Barcelona fue un acontecimiento sin precedentes. Una tarde histórica, emocionante y emotiva que quedará para siempre grabada en los corazones de todos lo que tuvimos la dicha de asistir al festejo. José Tomás volvió a los ruedos tras cinco años apartado. Dejando a un lado las tres orejas que cortó y su aclamado triunfo, el maestro de Galapagar nos devolvió al ayer como si el tiempo que ha estado lejos de los cosos no hubiera pasado. Regresó fresco como una lechuga y me atrevo a decir que ha vuelto incluso mejor que se fue, con más poso y si cabe con más profundidad en su toreo. Le acompaño en la salida a hombros Cayetano Rivera Ordóñez, que firmó la mejor tarde en su aún corta carrera como matador de toros, paseando cuatro orejas. La corrida con el hierro de Núñez del Cubillo contribuyó al éxito, con toros excelentes, aunque José Tomás no tuviera ninguno de esos delante. Y lo más importante de todo: el espaldarazo que se ha dado a la Fiesta de los toros en Cataluña con esta reaparición. Barcelona lo necesitaba. Ha sido una bombona de oxígeno ante los ataques que sufre el mundo de los toros en esta parte de España. La tarde fue emocionante. Verdadera. Sentida y sobre todo sincera.. Se escucharon voces preciosas como ¡Viva la Fiesta! o !Viva José Tomás!, a lo que el público respondía con un estruendoso ¡Viva! Fue una verdadera manifestación a favor de los que amamos la Fiesta. Tras 22 años la plaza colgó el cartel de ‘No hay billetes’ y la reventa batió récords. Yo desde aquí me uno a ese grito: ¡Viva la Fiesta!.

Cuesta transmitir la emoción en un papel. La crónica de lo sucedido el pasado domingo 17 de junio en la Monumental de Barcelona es difícilmente explicable. De todas formas, vamos a hacerlo lo mejor que esté en nuestras manos. El triunfo y la resurrección de José Tomás en Barcelona fue un hecho, pero además lo grandioso fueron las sensaciones tan maravillosas que se vivieron en la plaza. Fue una tarde muy bonita, en medio de un ambiente espectacular. Una tarde memorable. Y lo mejor de todo es que las grandes expectativas que levantó la corrida fueron colmadas. De lo contrario, sin estos resultados tan positivos, habría sido un gran revés tanto para la propia Fiesta en Cataluña como para el tan ansiado retorno de José Tomás. La corrida de Núñez del Cubillo estuvo a la altura y no se cargó el espectáculo, ya que cumplió con buena nota.

El paseíllo ya fue un primer punto álgido de la tarde. Nada más aparecer los tres toreros en el ruedo, toda la plaza en pie los ovacionó clamorosamente. Nadie había asistido a algo tan emotivo. Tras romperse el paseíllo, el público en pie obligó a saludar con una atronadora ovación a José Tomás, que dejó caer alguna lagrima a más de uno.

El primer toro de Núñez del Cubillo resultó muy potable para el triunfo del torero. José Tomás ya lo había apuntado en un quite por gaoneras espeluznante y muy ceñido. Finito de Córdoba le realizó una de esas faenas mecánicas y que están ayunas de falta de decisión y de arriesgar un poquito más. Una labor muy académica salpicada con tres naturales con un gran sello y sabor, pero muy perdidos en el conjunto. Hubiera tenido premio, pero la espada no viajó con desacierto y todo quedó en ovación. El cuarto fue un animal flojito y con la raza justita con el que Finito de Córdoba, muy compuesto, tampoco llegó a pisar el acelerador en un trasteo muy conformista.

Vamos con el gran protagonista de la tarde. La vuelta a los ruedos de José Tomás tras cinco años parado. ¿Se notó? Para nada. Nos devolvió al toreo de ayer, a ese toreo eterno, soñado, profundo y verdadero; todo ello cimentado en un valor natural apabullante y sereno.

El primer toro, serio y ofensivo, transmitió mucho al tendido. El recibimiento de capa había sido monumental: el de Galapagar ya enseñaba sus credenciales. El toro de Núñez del Cubillo escarbaba entre las manos y se lo pensaba, pero cuando tomaba el engaño lo hacía con mucha velocidad. El torero, con la planta erguida, sin rectificar y pasándosele muy cerca, vio cómo la plaza se rendía. Con la mano en la zurda imprimió mucha cadencia y despaciosidad en muletazos tan lentos y profundos que parecían no acabarse nunca. José Tomás estaba formando un gazpacho y por no rectificar terrenos fue arrollado de mala manera, afortunadamente sin consecuencias. Volvió a la carga y enloqueció de nuevo a los tendidos con ese torero de tanta personalidad. Un bajonazo muy feo lo dejó todo en una oreja. El quinto, un toro muy lavadito, fue la catarsis colectiva. El animal tenía poquito celo y no repetía, pero el torero puso la plaza bocabajo. Con los terrenos que pisa es casi imposible que los toros no ayuden y se entreguen. Naturales de frente, manoletinas, la planta erguida, los toques de la muleta sutiles y haciendo verdaderas locuras. El comienzo de faena a pies juntos había sido de categoría y el final por manoletinas fue el acabose. Remató de una estocada defectuosa y las dos orejas fueron a sus manos entre los gritos de ¡torero! ¡torero!... Inolvidable.
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