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LA CONJURA DE LOS NECIOS

El nieto del cocinero de Stalin
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El nieto del cocinero de Stalin

Por Jorge Molina Sanz
miércoles 02 de marzo de 2022, 12:21h

Hoy más que un diálogo es un alegato, un clamor de impotencia y repugnancia.

La cara de nuestro viejo marino era un poema y con el primer sorbo comenta:

—Vivimos en nuestra zona de confort y nos parecía inimaginable que se pueda invadir un país de forma tan inhumana, sin mediar provocación y con argumentos torticeros y falsos. Ucrania no es el problema, el problema es Putin un dirigente megalómano que no sabe resolver los problemas de su propio país, pero que añora la antigua URSS y pretende revivirla. Esta ignominia nos retrotrae al siglo XX y al expansionismo nazi y soviético.

Putin, el «hombre de hielo», como se le conoce, está dando muestras de su crueldad invadiendo un país independiente y hermano. Putin es un criminal fratricida, y nos debería llevar a la reflexión del peligro que entraña y produce el comunismo, cualquiera que sea el disfraz que adopte.

Seguro que habrá quien intente refutar que Rusia, en estos momentos, sea un país comunista, pero los hechos son que, un antiguo agente del KGB y miembro de la Stasi —las policías secretas más sanguinarias del bloque soviético— está al frente del país, un dictador que ha cambiado la constitución para perpetuarse en el poder y ha exterminado a opositores dentro y fuera de Rusia. Ese ha sido, a lo largo de la historia, el comportamiento de los regímenes comunistas.

El nieto del cocinero de Stalin, el que se encargó de inculcarle la fascinación por el genocida dictador, es el modelo de Putin, que ha visto la debilidad de occidente y la oportunidad para intentar restaurar de nuevo la URSS tras su colapso treinta años después.

La profesora interviene:

—En ese tablero de ambiciones, de poder y política, como siempre, se queda al margen la desesperación, la desgracia de gente humilde que no entienden, ni están en la política. Una población que ve destrozada su vida cotidiana. Gente sencilla cuyos objetivos son vivir, criar a sus hijos, intentar prosperar y esperar un futuro mejor.

Los ucranianos ya vieron, en el 2014, como Rusia se anexionaba Crimea e iniciaba un hostigamiento armado en las zonas fronterizas en las regiones prorrusas, pero ocho años después de esa ocupación, las condiciones de vida de esos territorios no solo no han mejorado, sino que han empeorado.

El marino sigue:

—Es pronto para predecir el desenlace de este escenario, aunque la proporción de fuerzas es tan desigual que se puede intuir. En la fase inicial hemos visto a la «buenista» Europa y la determinación de no intervenir por parte de la OTAN al no tratarse de un país no adscrito, pero esto deja al descubierto un hecho importante que Europa no tiene capacidad de defensa de su espacio.

La actitud inicial de la UE ha sido cobarde y las medidas insuficientes. Han primado más los intereses particulares de algunos países, entre ellos Alemania, que la defensa de Europa y de Ucrania.

Solo queda esperar que, ante la gravedad de esta ignominia, y las consecuencias que podrían derivarse en el futuro, que Europa despierte, abandone esta actitud autocomplaciente y buenista y nos hagamos un nuevo replanteamiento a nivel comunitario en materias como la defensa o la independencia energética. Ahora es el momento de que la UE produzca cambios importantes.

Solo cabe espera que se tomen medidas drásticas, aunque para este problema llegaran tarde, pero que sean un muro de contención para que Putin abandone sus ansias expansionistas.

Comenta nuestra amiga:

—Quisiera ser optimista ante la gravedad del tema y viendo como la población ucraniana está intentando resistir el envite ruso para evitar que sea el «paseo militar» que Putin había previsto, pero la desigualdad de fuerzas es enorme y vamos a ver el peor de los escenarios.

Mientras, estamos asistiendo a una auténtica diáspora de refugiados a los países vecinos que producen una profunda tristeza. Mujeres y niños, en condiciones precarias, atravesando las fronteras, mientras los hombres se incorporan a unas milicias sin preparación y escaso material bélico.

¡Las injusticias y el horror de la guerra!

El marino prosigue:

—Lo sorprendente es que ante el aluvión de noticias que estamos viendo, ante la constatación de los hechos se produzcan posturas y manifestaciones tan execrables como la de algunos sectores que forman parte del gobierno de Pedro Sánchez.

El equilibrio para no condenar a Putin ha sido asombroso. El ministril Garzón, un elemento, no sólo prescindible, sino también indeseable o de Bardem, un actor cuyo desdoblamiento de personalidad es inenarrable, personas que no están erradas, sino herradas. Atribuyen a lo que está ocurriendo a una megalomanía imperialista zarista. No, Putin tiene añoranza a la URSS. Quiere repúblicas satélites soviéticas.

La fascinación, después de un siglo, por el comunismo resulta incomprensible. Una ideología que, a lo largo de la historia, sólo ha demostrado que su implantación desemboca en una dictadura, que no reporta mejores condiciones de vida, pero el comunismo tiene la habilidad de mutar, transformarse y encandilar a ciertos sectores.

—Habrá que añadir—alega nuestra joven profesora— la oprobiosa manifestación en la Puerta del Sol, con esa equidistancia criminal: ¡No a la guerra, no a la OTAN!

Esa lasitud moral es de lo más vergonzoso y ruin.

Resultaría bueno y positivo que desapareciesen del panorama político español algunos personajes cuya aportación es nula como Zapatero, Irene Montero o Lastra que solo hacen embarrar el campo, vender ideología, a pesar de lo tozudos que son los hechos, no hacen ningún bien, confunden a la ciudadanía, producen gastos innecesarios y se pierde mucho tiempo en simplezas.

Acaba el marino:

—Todo esto siempre me acaba recordando al conde de Romanones cuando exclamo: ¡Qué tropa, joder, qué tropa!

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