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Los datos que regalamos a Facebook, a Google…

Joaquín Abad

viernes 23 de marzo de 2018, 00:13h

Estamos tontos. Sí, somos tontos del bote. Y somos tontos todos los días porque entusiasmados con todo lo que nos ofrecen, gratis, Google, Facebook, Whatsaap y otros muchos, se han creado unas bases de datos donde la privacidad se ha ido al carajo. Con todos los datos que entregamos inocentemente a esas redes tecnológicas, se hacen paquetes que venden a terceros y se hacen millonarios. Muy millonarios mientras nosotros, tontos del todo, regalamos nuestra intimidad cada vez que entramos en el navegador y aceptamos los cookies que nos espían hasta el hígado.

El escándalo de estos días ha puesto en jaque a la empresa Mark Zuckerberg, dónde se ha demostrado que cincuenta millones de usuarios de Facebook de Estados Unidos han sido utilizados fraudulentamente para influir en las elecciones de Donald Trump, solo es el comienzo. Porque ahora sabemos que también en la campaña de Obama se influyó con la herramienta de la red social y los responsables lo admitieron porque eran partidarios de la candidatura.

Todos los días cometemos la tontería, porque seguimos siendo tontos informáticos, de navegar en abierto, sin privacidad, porque es muy cómodo que el navegador, que Google, que las agencias de publicidad, nos exploren hasta el hígado sin que nos salten mensajes de dónde están mirando y que datos se llevan de nuestros gustos, de nuestra agenda, de nuestra vida privada que la verdad es que no evitamos que se la guarden para bombardearnos con productos que debemos comprar.

Somos tontos entusiasmados por las app’s gratuitas que descargamos en nuestros móviles. Con el Whatsapp que no nos cobra, pero que luego venden nuestros datos, y el de miles de millones de usuarios de empresas de marketing que sí saben cómo ganar dinero con nuestros perfiles, con nuestros gustos. Hasta la aplicación de linterna del móvil chupa nuestra agenda y como no leemos lo que nos preguntan al instalarla, aceptamos inconscientemente que nos motoricen.

El día 25 de mayo acaba el plazo dado por las autoridades europeas para que se adapten los navegadores al nuevo reglamento de protección de datos. Las empresas que venden nuestra intimidad, los fabricantes de cookies, de los programas espías que instalan en nuestros ordenadores cada vez que aceptamos su uso, están que se tiran de los pelos porque se les acaba el chollo. Y ya están presionando para que no entren en vigor y sigan chupando nuestra intimidad en la llamada publicidad programática que ven peligrar, por lo menos en Europa si el reglamento entra en vigor. Conglomerados tan importantes como los editores alemanes Axel Springer AG están presionando, junto con colegas de toda Europa, para que se retrase y modifique el reglamento. Con este confuso cambio de modelo de negocio en los medios que han dejado de invertir en papel, habían encontrado el chollo de vender datos de nuestra intimidad a los anunciantes.

Ahora ese chollo se ve en peligro y hacen lobby contra el reglamento. Aunque mal lo tienen, dado que el escándalo de los cincuenta millones de perfiles, utilizados torticeramente en la campaña de Trump, es un argumento oportuno para restringir el masivo uso de cookies que todos instalamos, de forma inconsciente, incluso de forma genérica para que los anunciantes nos chupen la sangre de nuestra intimidad.

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