Alfredo Fernández
miércoles 22 de octubre de 2014, 11:13h
Madrid es la primera plaza del mundo y donde más me gusta ver toros. En pocas palabras: es mi plaza, la quiero y la mimo. Pero últimamente ando con la mosca detrás de la oreja. Las Ventas y su afición, o la poca que queda ya (a pesar de que la plaza se llene cada día), está perdiendo el rumbo. No sé qué pasa. En esta primera semana todas mis augurios se están cumpliendo. Tenemos que mantener la categoría y el rigor que siempre había o nos la cargamos. Madrid es un espejo. Esto no es una plaza de talanqueras. Y si el público va a sacar pañuelos a las primeras de cambio, para eso el presidente debe mantener la seriedad, no concediendo orejas bochornosas.
Una de estas cosas ocurrió el domingo pasado. Saltó un toro con carboncito y alegre en el caballo de Hernández Plá que en los primero tercios hizo cosas inmejorables. Pero llegó el tercero y último y el animal no tuvo un pase. El público no lo vio y se puso de parte del toro y pitó sin justificación al pobre José Ignacio Ramos. Madrid y su afición deben distinguir un toro fiero y encastado de uno bronco. El otro suceso lamentable fue la salida a hombros el miércoles de Matías Tejela. Cortó una oreja muy merecida al tercero, pero la que le dio el pasaporte de la Puerta Grande en el sexto fue una mofa. Una parodia. En Madrid no se puede dar una oreja con tan poco contenido. El público quería auparle en hombros y le perdonó todo todo. Dio igual que no se las entendiera con un toro con transmisión y poder de Pereda. Urge reflexionar o convertiremos Las Ventas en un burdel y los triunfos de Madrid dejaran de ser legítimos y de verdad. Algunos que van a Las Ventas sólo con por el hecho de contar al día siguiente en la oficina que han visto orejas, las piden, como si les fuera su vida en ello. Es una lástima.