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La preocupante debilidad del PSOE

viernes 31 de julio de 2015, 00:38h
El PSOE no es un partido monocromático ni unidimensional. Nunca ha sido uniforme ni en el fondo ni en la forma. Bien al contrario, entre sus filas y entre sus simpatizantes y votantes encontramos un amplio abanico de ciudadanos capaces de sentirse identificados, desde diversos posicionamientos, con los principios sectores que, supuestamente, lo definen.
Lo mismo pasa con el Partido Popular, que aglutina fieles procedentes de un variado arco ideológico de centristas, conservadores más o menos moderados y neoliberales tempraneros o de última generación. Por eso sorprende que el líder de los socialistas, Pedro Sánchez, se rebele (en las forma y en el fondo) contra todo aquello que suena al amigo en discordia, y sí acepte sin embargo postulados de una izquierda sectaria que, por su radicalismo, termina trazando la cuadratura del círculo en torno a la derecha más extremista. Véase la complejidad entre la Syriza griega, su socio de Gobierno o el propio Frente Nacional francés.

El hecho en que en España el centro-derecha y el centro-izquierda no hayan sido capaces de reconciliarse en torno a un proyecto común incluso en los momentos más difíciles (obligados unos a variar su hoja de ruta para sacar el país del abismo y sufriendo otros por propiciar una herencia difícil de disimular), demuestra la inmadurez de nuestra democracia.

También deja clara nuestra incapacidad para emular proyectos exitosos de colaboración entre conservadores y socialdemócratas (el caso alemán, además, es buen ejemplo). Y, lo que es peor, constata que, pese a los esfuerzos realizados por una y otra parte durante el periodo democrático, y pese a las lecciones que nos proporcionó la Transición, no hemos aprendido nada. Ahora, la nueva izquierda (más bien la rancia y disfrazada) aprovecha la debilidad del Partido Socialista para orquestar un simulacro de división y reunificación que responde al convencimiento de que, dados los tiempos, sólo ampliando todo lo posible el espectro progresista serán capaces de alcanzar su objetivo: el mando.

Por eso juegan a demostrar una división que, al final, siempre será reconciliable. Por si ‘Podemos’ (por el cambio) suena a radicalismo y fracaso griego, montemos ‘Ahora en Común’. Por si algunos votantes ven al PSOE demasiado neoliberal, creemos ‘Decide en Común’. Unámosles los proyectos nacionalistas, independentistas, ciudadanos y asamblearios, faltos de ideas constructivas, y ya tendremos asegurado el voto de un buen número de españoles que, llegadas las elecciones generales, podemos manipular para crear ese frente popular propagandístico que pueda desbancar al otro gran movimiento popular, el abanderado por el PP.

Es evidente que cualquier estrategia es válida con tal de alcanzar la meta soñada: el poder político y la ruptura con todo aquello que nos pueda definir como país y como pueblo. El destino provechoso de España y el futuro digno de nuestros hijos, por lo que se está viendo, aún puede esperar.
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