Cuidado con la igualdad
R. Palomar
lunes 15 de junio de 2015, 11:35h
Y de repente, además del último verano, aterrizó en nuestras vidas el asunto de la desigualdad. A diestro y siniestro escucho últimamente voces de amigos preocupadísimos por la desigualdad. “No podemos consentir esta desigualdad”, es la frase que pronuncian mientras ‘pimplan’ un gintonic de ginebra azulada y tónica de alta gama, que para todo hay clases .
Curiosamente, estos amigos son bastante ricos, su poder económico vence a mis deudas por goleada, por lo tanto, uno, con el corazón henchido por la esperanza, tan sólo desea que, algún día, mi cartera se iguale a la de ellos. Por esa igualdad desde luego sí apuesta uno.
Algunos medios están emitiendo en los últimos meses mensajes que pregnan recio entre las almas tiernas y éstas, luego, se encargan de expandir la buena nueva adoptando aire de conciencia que recicla la basura doméstica y recoge la caca de sus perros. A tope. Yo también, ¡faltaría más!, creo que debemos erradicar la desigualdad, pero prefiero ser prudente y sensato, por eso pido que las recetas que se apliquen al respecto no emerjan desde, como ha sucedido en ocasiones anteriores, de las majaderías buenistas.
Para empezar, desigualdad siempre hubo en este mundo y, en España, nunca hemos estado al margen, de ahí que siempre habrá. En nuestro planeta cohabitan los desiertos y los bosques. Y en ellos vive o sobrevive gente lista, tonta, trabajadora, perezosa, espabilada, gurrumina, gorda, flaca y tal y tal.
En esta situación, tender hacia la igualdad total y adánica puede trasladarnos hacia del mundo feliz de Huxley o hacia la China de Mao, donde como recordarán toda la peña vestía igual y mostraba idéntica delgadez de hambre, salvo Mao, claro, que era precisamente (qué casualidad ¿verdad?, el único rechoncho).
En la China de Mao, donde todos eran iguales, 50 millones de personas palmaron por la hambruna. Esta muerte colectiva sin duda fue un éxito de igualdad fúnebre. Ada Colau, paladina de la igualdad, ya ha dicho públicamente que no quiere ciudadanos de primera y de segunda. Bien, que nadie tema, con la más que posible alcaldesa de Barcelona, porque todos irán a segunda, y luego a tercera. Cuidado, pues, con la igualdad, porque estos siempre suelen igualar a la baja.