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Morante de la Puebla firma lo más brillante y su apoderado da la nota

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:13h
Una vez más quedó demostrado que los festivales taurinos deben servir para recaudar beneficios o para homenajear a alguien; de lo contrario carecen de emotividad y contenido. Y eso es lo que pasó en parte en el festival taurino que se celebró en la cubierta de Moralzarzal el pasado sábado, 24 de marzo, organizado por Taura, Unión de Toreros.
También es verdad que el ganado no contribuyó demasiado a que el festival caminase por los senderos del éxito, y quizá algún torero debió de poner más ímpetu y ganas.

El cartel sin duda era de verdadero relumbrón: “El Fundi”, Rivera Ordóñez, Morante, “El Juli”, Perera, Cayetano y el novillero Julio Benítez. Luego, por unas u otras razones, la plaza no se llenó. Hubo una buena entrada en la cubierta, cerca de los tres cuartos del aforo, pero un cartel con este elenco de primeras figuras del toreo era para que el coso se hubiese puesto de bote en bote, y mucho más con ese nuevo ídolo de las féminas llamado Cayetano Rivera Ordóñez.

Lo más brillante de la tarde llevó la firma del diestro Morante de la Puebla. Y, de otra manera más triste, también su apoderado, el genial Rafael de Paula, quien se erigió como protagonista del festival al tener un acto incoherente y lamentable. Una vez que Morante paseó los trofeos, De Paula salió a los medios, hizo señas con el dedo al presidente de que su poderdante era el número uno, dando a entender que se marchaba porque ya no le interesaba el resto del festejo. El artista gitano atravesó el ruedo, pidió que le abrieran las puertas y, custodiado por las fuerzas del orden, abandonó la plaza entre los pitos de los asistentes.

Por muy mito que un torero sea, lo que debe hacer es guardar las formas y respetar a los demás.

Antes de este suceso, Morante había toreado de forma magistral con el capote. El novillo de Sayalero Monje se quedaba corto por el pitón izquierdo, pero por el derecho repetía y tenía nobleza y recorrido. La faena de Morante no fue perfecta, ya que hubo varios desarmes que deslucieron el conjunto. Sin embargo hubo fases de toreo bueno, sentido, artista, donde el sevillano, muy encajado de riñones y con mucha torería y empaque, trazó varias tandas sobre la diestra que encandilaron a los presentes. Aunque pinchó varias veces, paseó dos orejas.

Aunque salieron seis animales de distintas ganaderías, todos tuvieron un denominador común: la falta de raza, codicia y clase. Y otro dato negativo del festival: el público desconocía a quién pertenecían los astados, ya que ni se anuncio en los carteles ni en la plaza. De todos los ejemplares lidiados el mejor fue un cuajado utrero de Torrenueva, que aunque con la fuerza justa tuvo clase y nobleza. “El Fundi” le compuso una labor muy dispuesta y valerosa, rematando su quehacer con un soberano espadazo que le puso en bandeja las dos orejas de su oponente.

Igual premio que conseguiría Rivera Ordóñez de un chico y manso novillo de Domingo Hernández. La faena fue muy aclamada por el público, aunque como casi siempre en este torero la vulgaridad, el destoreo y la sucesión de pases sin ninguna calidad fue lo predominante.
“El Juli” pechó con un astado de Daniel Ruiz, manso y huidizo que no se prestó al lucimiento. Puso tesón y fue premiado con una generosa oreja que el público protestó y que se negó a pasear.

Miguel Ángel Perera sorteó un toro cuajado y hondo de “El Ventorrillo” que se paró y no tuvo ni una pizca de bravura. Perera mostró su buena proyección en una faena segura, con mucha firmeza de plantas y muy en corto, intentado encarrilar las embestidas del ejemplar.

Cayetano fue una verdadera decepción. No entendió al novillo de Zalduendo. Con la muleta siempre escondida no fue capaz de ligar las tandas en una faena sin recursos.

Cerró la tarde el novillero Julio Benítez con un apagado utrero de Capea. Estuvo francamente mal y con una técnica nula.
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