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España, Venezuela y el escepticismo

lunes 16 de marzo de 2015, 10:38h
Para implantar un régimen comunista en Venezuela, Chávez tuvo que utilizar estrategias diferentes a las que usó Fidel Castro en Cuba. El proceso no era un calco exacto. Fue más difícil en algunos sentidos, y más fácil en otros. Pero al final dio igual que Venezuela tuviera petróleo, que no pudiera militarizar las fronteras o que Estados Unidos se opusiera. Chávez consiguió su objetivo y los venezolanos escépticos siguen sufriendo las consecuencias de sus malas decisiones 16 años después.
Con esto no quiero decir que no entienda de dónde surge el escepticismo. Es la contra-cara de la ilusión. Cuando un país está pasando por una situación difícil como la que vive actualmente España es fácil aferrarse a una idea bonita. Creer en una promesa que te sugiere que existe una solución para los problemas que estas padeciendo y que es tan simple como ir a las urnas y votar a una persona determinada, funciona como un bálsamo capaz de calmar la ansiedad y esto te permite seguir adelante.

Es obvio que el modelo que va a usar Pablo Iglesias en España tendrá diferencias con los de Venezuela, porque el líder de Podemos necesitará adaptarlo a las realidades de este país que son muy diferentes a las venezolanas. Implantar aquí un comunismo dictatorial se presenta bastante complicado, sobre todo si se tiene en cuenta que España es parte de la Unión Europea que funcionará como una especie de dique de contención. En otros sentidos tal vez sea más fácil: los españoles al contrario que los venezolanos cuentan con una fuerte tradición comunista y una izquierda bastante sólida. Venezuela no tenía nada de esto y Chávez tuvo que hacer en este sentido un trabajo ideológico mucho más fuerte del que está realizando ahora Pablo Iglesias.

Pero el hecho de que España y Venezuela sean diferentes, como eran diferentes Venezuela y Cuba, no significa que no se pueda implantar el mismo modelo. Lo que pretende Pablo Iglesias y Podemos es precisamente eso: imponer en este país un comunismo dictatorial. Ese es el objetivo, y todos los esfuerzos irán destinados a trabajar por ello. Que lo consigan o no es otro tema.

El escepticismo saludable es hacer lo contrario. Si Pablo te pide un euro para llevarte a la Luna y Juan te dice que ir a la Luna es imposible y, además, que lo que quiere Pablo es quitarte un euro, el escepticismo saludable es dudar del que te hace la promesa imposible y no del que intenta que entres en razón. Si Pablo Iglesias te está pidiendo tu voto a cambio de una serie de promesas que no puede cumplir, la solución es fácil: decir no. Claro que no todo el mundo apoya a Podemos por idealismo. Algunos lo hacen porque les parece atractivo el plan de renta básica universal y quieren beneficiarse directamente de las dádivas de un presunto Gobierno que promete cosas imposibles a cambio de su voto. Es algo así, como el timo de la estampita. Otros, apoyan a Podemos por un tema práctico: se plantean si es sensato volver a votar por los mismos partidos políticos, esperando un resultado diferente. Basándose en si el PP y el PSOE tienen un tradición de corrupción y de desgobierno quizás la mejor idea sea apostar por una cara nueva. Y con la duda de si Podemos termine siendo más de los mismo, se preguntan ¿y si no lo son?. Los que reconocen públicamente que van a votar al partido de Pablo Iglesias dicen que vale la pena arriesgar a fin de conseguir un país distinto.
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