OPINIÓN
Democracia interna y selección de candidatos
Félix Alonso - afiliados al PSOE
viernes 27 de febrero de 2015, 06:17h
Mi amigo César Giner, al que invitaré en los próximos días a dar una charla en la sede socialista de San Lorenzo, me decía que “corren tiempos de ética y estética en el PSOE, de códigos de conducta y de telepromter. Se ejecutan medidas para que el partido sea transparente. Se dictan normas para ser buenos socialistas. Se diseña con esmero el marketing de una organización que lucha en una situación muy compleja entre las marejadas que zarandean el proyecto de España como país”, pero algunos echamos de menos en el PSOE la concreción de un proyecto de Estado que recupere los afectos de las personas; necesitamos más corazón para estar cerca de las causas que preocupan a la ciudadanía española. He visto en estos últimos años veteranos que abandonan el partido porque echan de menos la inmediación y el compromiso, el proyecto, el camino a recorrer, que siempre es mejor que la posada, como nos recuerda Cervantes.
Yo abomino, al considerarme también veterano, lo estrictamente estético y trivial, cabe exigir menos formas y más fondo, más cercanía y más proyecto. Más corazón, en definitiva.
Es preciso que cunda la ejemplaridad en el funcionamiento democrático del PSOE. Antes de enseñar cómo ser un buen socialista, conviene que las direcciones políticas del partido no caigan en la tentación de convertir los procesos democráticos de elección de sus candidatos en una pantomima. Sencillamente porque queda en entredicho la credibilidad interna y externa de la organización política. Si se pide ética a los socialistas, también hay que exigir ética a las direcciones políticas.
El PSOE ha apostado por la democracia total regulando las elecciones primarias abiertas, que invitan a la ciudadanía a participar en los procesos de elección de sus representantes en las instituciones. También lo ha hecho de forma radical con las primarias cerradas, en las que ahora participan todos los militantes en la elección de su máximo responsable orgánico, el secretario general. Los procesos abiertos se rigen por una normativa que aprueban los órganos federales y que dejan capacidad de matización a los órganos regionales, que pueden plantear la conveniencia en su territorio de optar por el sistema abierto o cerrado, y concretar plazos y mecánicas de los procesos, elección de órganos de control y seguimiento.
El objetivo es claro: la democracia total en el PSOE. Se trata de reducir el poder de decisión y de cooptación de los aparatos e incrementar la participación de los ciudadanos en las decisiones buscando su acercamiento y confianza.
Hay que recordar, no obstante, que al aproximarse las elecciones municipales y autonómicas a celebrar en mayo de 2015, se puso en marcha el proceso de primarias, y en Madrid, sorpresivamente, Tomás Gómez propuso a su Comisión Ejecutiva que fueran cerradas. La Ejecutiva, sin debate, acató la propuesta. Posteriormente, en un Comité Regional no se explicó ni votó la decisión. No se justificó por qué es mejor para el partido y la ciudadanía madrileña que las elecciones para elegir al candidato a la Presidencia de la Comunidad de Madrid fueran cerradas y no abiertas. De querer primarias abiertas se pasó a cerradas, y ahí se situó el principio del fraude. ¿Se creía en las razones de apertura a la sociedad que concretaba con pasión en las primarias abiertas o se dejó de creer en ellas distanciándose de la sociedad a la que se aspira a gobernar? A mi juicio, se quebró con la decisión de primarias cerradas un principio democrático, con la agravante del número de avales pedidos y el corto espacio para conseguirlos. Gómez renunció a la credibilidad y la coherencia, y esos son valores imprescindibles para una relación política de confianza.
Ante el fallido proceso de Tomás Gómez, la dirección del PSOE, tomó la decisión, a mi juicio acertada, de proponer a un nuevo candidato, que con los apoyos recibidos demuestra que su perfil personal y político es lo que necesitaba la candidatura para Madrid, para situarnos con el nivel de las expectativas que este partido tenía cuando ganaba elecciones en la Comunidad y en el Ayuntamiento.
Así que ahora, y como reflejaba Felipe González en un reciente artículo, los ciudadanos perciben que estamos tratando de configurar una alternativa ganadora. ¿Sucede así en San Lorenzo de El Escorial, que es el ámbito en el que nos toca participar? Tengo la percepción de que, en nuestros debates endogámicos, se olvida que los partidos son un instrumento para la gobernación institucional y la acción política cotidiana. A los demócratas convencidos nos cuesta aceptar que su estructuración orgánica y la selección de líderes tengan enfoques de carácter clientelar, pseudofamiliar o simplemente necesidades de estar al día con la hipoteca. Termino con una pregunta: ¿Qué pasaría si los ciudadanos que se consideran comprometidos tomaran la misma decisión que Gabilondo? Respuesta: pues que ganaríamos todos.