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El republicanismo está en la Constitución

Juan M. Marqués

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:13h
Tras lo visto y oído en estos últimos días, tengo la sensación de que una parte de la izquierda española que sufre alzhéimer: padece una desmemoria selectiva, de tal modo que recuerda mucho mejor la guerra civil que la Transición. Veamos: es cierto que esta Transición fue glorificada y subida a los altares previa eliminación de sus aspectos más sucios. Por ejemplo, es falso que fuera pacífica; no desembocó en otra guerra civil, pero en comparación con otros tránsitos de dictaduras a democracias como el polaco o el chileno, sí hubo muchos asesinatos de carácter político. Y esto sin contar con ETA. Muertos por la extrema derecha, muertos por las fuerzas represivas y muertos de grupos de extrema izquierda.
José A. Pérez Tapias, aspirante a la secretaria general del Partido Socialista, sostiene que el pacto constitucional se alcanzó en un contexto muy mediatizado por los poderes fácticos y, en especial, por los militares, de ahí que, siendo un logro, la Constitución española naciera contaminada de franquismo. Ignacio García de Izquierda Unida usó este mismo argumento en el Parlamento. Para los ‘neorrepublicanos’, la aceptación del Rey sería la prueba de ello.

Siendo esto cierto -en la transición lo que hubo fue mucha esperanza, pero también miedo-, la verdad es que la presión de la calle no alcanzó el grado suficiente para que en vez de ir por la vía de la reforma se fuera por el de la ruptura. Como cuantifica Ignacio Sánchez-Cuenca en su reciente libro 'Atado y mal atado', las protestas en la calle se redujeron a partir de mediados del 76 y muchas de esas contenían una reclamación más laboral que política. En mi opinión, la prueba de que la mayor parte de la sociedad española apostaba por el consenso sobre la ruptura fue el éxito del referéndum que Adolfo Suárez convocó para la reforma política el 15 de diciembre de 1976. ‘Sin libertad, no votes’, proclamaban las fuerzas opositoras democráticas, y no tuvieron ningún éxito.

Fue por eso por lo que hubo reforma y no ruptura, por voluntad popular. Pero hay más: aunque la Constitución se escribió oyendo ruidos de sables, su desarrollo no ha tenido prácticamente límites. Esos déficits han sido superados por la aprobación de leyes que encajaban en la Carta Magna. La ruptura, por tanto, sí se produjo, pero después. El único hito de aquel tiempo es, en efecto, la Corona, pero una monarquía parlamentaria se parece más a la república idealizada que a otras grandes repúblicas que llegaron a tener el apellido de democráticas o que se llaman ‘bolivarianas’. El republicanismo está en la Constitución porque permite que el soberano -el pueblo, no el Rey-, puedan reformarla sin límites.
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