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Capitalismo y libre mercado

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:13h
Los retos a los que se viene enfrentando el pequeño y mediano comercio están alterando nuestras pautas de consumo sin que se precie voluntad para ordenar este complejo paisaje. Liberación de horarios y rebajas múltiples son algunos síntomas de un mundo que se dirige hacia una concentración económica sin precedentes.
La política de las firmas más importantes, cuya legitimidad a la hora de defender sus intereses no cuestiono, está arrastrando otras fórmulas comerciales a un terreno donde es difícil sobrevivir. Desde supermercados a grandes almacenes, no hay ámbito que no sea condicionado por las necesidades de una producción a gran escala. Los cambios suelen ser, además, de inevitables, necesarios, pero siempre nos queda una parcela exclusiva para poder decidir su idoneidad.

El panorama hoy tiende a la desproporción, contribuyendo a la proliferación de grandes superficies por un lado y de bazares orientales repletos de baratijas por otro. Ante esta doble presión, solo aquellas iniciativas verdaderamente especializadas tienen alguna oportunidad de sobrevivir, partiendo siempre de productos que sean igualmente exclusivos o que no se produzcan al por mayor.

No podemos construir una sociedad más justa si no reglamos adecuadamente la oferta y el acceso a buenos servicios. Volver a sobre-estimular el consumo en vez de racionarlo, para que proporcione ciclos económicos más estables y con mayores garantías, nos lleva a ser cada vez más dependientes. Necesitamos recompensar entre todos las normas/leyes que aseguren una dimensión estratificada de la actividad comercial, y que preserve las virtudes de cada uno (grande, mediano y pequeño), sin perjudicar a los demás. Una vez más hemos de apelar a la política para lograr el equilibrio óptimo de nuestro ecosistema económico, restableciendo las relaciones progresivas y corrigiendo los esquemas dominantes.

La actividad comercial es un termómetro privilegiado con el que se puede observar el devenir inmediato de nuestra sociedad, pues la capacidad y modo de intercambio dice mucho de nosotros mismos. En definitiva, algo va mal cuando es el propio capitalismo quien ahoga el libre mercado.
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