Las consecuencias del plátano
miércoles 22 de octubre de 2014, 11:13h
Amigos del joven castellonenses que tiró un plátano al defensa del Barça, Dani Alves, se han manifestado indignados con la sanción impuesta por el Villarreal a su autor: retirarle su carné de socio y prohibirle la entrada en al estadio, les parece una barbaridad. Un servidor opina lo contrario, que es oportuna la decisión del presidente Fernando Roig. Hay que cortar de raíz cualquier brote de violencia en los campos de fútbol. Para sus allegados la acción de este sujeto no es más que una broma, una chiquillada; o a lo sumo una gamberrada. El propio interesado sostiene que no es racista, que fue solo un impulso del momento.
No es creíble: hace falta premeditación, para comprar plátanos y llevarlos al campo de fútbol, antes de dejarse llevar por el ‘impulso’ de tirarle uno a un jugador negro. Es un reiterado divertimento de buen número de descerebrados en los campos de fútbol: llamar ‘monos’ a los jugadores negros y hacer sonidos alusivos. Violencia se llama eso.
Se ha sabido después que el gesto de Alves estaba ensayado. Una agencia de publicidad brasileña había preparado una campaña para que Neymar protestara contra el racismo, tras los insultos que recibió en el derbi disputado entre el Español y el F.C. Barcelona. Pero Alves estaba al tanto, se le presentó la oportunidad y lo aprovechó. Y Neymar fue el primero que colgó en Twitter una foto con un plátano en la mano. A partir de ahí se inició un efecto dominó por todo el mundo de demostraciones contra la xenofobia.
Este fenómeno racista no es nuevo, ni exclusivo de España. En vísperas del Campeonato del Mundo de 1998, el dirigente ultraderechista Jean Marie Le Pen protestó airadamente porque en la selección francesa de fútbol había una minoría de jugadores blancos. Le Pen se comió sus palabras: magrebíes como Zidane, negros como Thuram y blancos como Blanc ganaron el Mundial y se pasearon por París vitoreados como héroes por la multitud.
El problema tenía sus orígenes en el fanatismo de hinchas que quieren ganar a cualquier precio, incluido el amedrentamiento del adversario. Los propios jugadores del F.C. Barcelona han aplaudido a su compañero Alves y han censurado los insultos racistas a sus jugadores mestizos; pero curiosamente ninguno de ellos amonestó a Busquets, cuando hace ahora tres años llamó ‘mono’ a Marcelo, defensa del Real Madrid.
Los presidentes de clubes importantes han estado cortejando a sus ultras en las últimas décadas. En el Real Madrid, lo hizo Florentino Pérez y también Mourinho con los ‘Ultra Sur’. Laporta pactó en sus inicios como presidente con los ‘Boixos Nois’ del Barça para después romper con ellos, y en el Atlético de Madrid varios presidentes ayudaron al Frente Atlético hasta convertirlo en su problema. En diciembre de 1978, un grupo de radicales atléticos afines al grupo ‘Bastión’ atacaron a seguidores de la Real Sociedad y mataron a Aitor Zabaleta, de 28 años.
Por eso, estas cosas hay que cortarlas de raíz. El castigo a la ‘bromita’ del plátano no es ninguna barbaridad.