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Vísperas electorales

POR: Bomarzo

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:13h
La política se mide en actos de cuatro años, que es lo que normalmente duran los mandatos. Y digo normalmente porque en algunos casos, por conveniencia partidista, por relevos voluntarios o forzados, o por situaciones judiciales límites, los comicios son adelantados sobre su fecha natural y, añado, jamás he oído a un político reconocer de antemano su intención de hacerlo, más bien todo lo contrario. De estos cuatro años, los dos primeros son los de las reformas amargas, en ellos se adoptan las medidas impopulares, se suben los impuestos con la promesa de bajarlos en cuanto la situación lo permita, se presentan expedientes de regulación de empleo, se congelan sueldos públicos, se aniquilan pagas extraordinarias; en definitiva, se aprietan las tuercas porque aún queda mucho para la nueva visita a las urnas y la memoria ciudadana referente a agravios suele ser bastante pez.
Pero llega el tercer año, para mí el más político de todos porque aún se pueden moldear las intenciones de voto, y ahí es donde la cosa empieza a cambiar, de hecho los mensajes se convierten en positivos, la recuperación está al borde de la esquina porque, dicen, “se ha hecho la tarea en tiempo y forma”, y sobre el horizonte se vislumbran nuevos proyectos e incluso, que no es el caso actual, se inauguran cosas, se asfaltan calles, se abren rotondas nuevas, en Navidad luce mejor alumbrado, no se venden empresas públicas para, de este modo, llegar a últimos de año con una relativa paz social. Todo ello, claro, para quien gobierna.

El otro, el que está en la oposición, lo critica todo. Así pasa siempre. Una vez superado el ecuador de cada una de las legislaturas, los primeros comicios a celebrar son los de las elecciones europeas, que en este caso tendrán lugar en mayo próximo y que se presentan, a mi modo de ver, marcados por una contradicción y un hecho común: la abstención será enorme porque el ciudadano no sabe muy bien qué es eso de votar a Europa y, además, está uno muy harto de todo lo político; pero sin el cómo y las contradicciones, para mí que esto justo pasa cuando la crisis nos está demostrando lo importante que es Europa, porque es quien realmente decide sobre nosotros. Y lo peor es que todos los partidos acuden a estas elecciones para medir músculo electoral de cara a los siguientes comicios, que políticamente les importan más.

Tras las europeas llegarán las municipales, a celebrar en mayo de 2015, es decir dentro de poco más de un año. Esto significa que de aquí a primavera o como mucho verano se cerrarán candidaturas para que a los cabezas de cartel les dé tiempo a salir al ruedo a que les vean. Los candidatos confirmados se alejarán de toda trifulca pública, salvo quien vaya de sobrado. Se harán sondeos multiples y se saldrá a la calle en busca del voto perdido. Las municipales son el primer envite serio. El PP manda hoy en las grandes capitales y tiene intención de conservarlas, la misma que tiene el PSOE de recuperarlas y la misma que tiene IU de, por primera vez, saborearlas. Creo que UPyD también tendrá algo que decir en este reparto si consigue amasar el voto del descontento.

Y en noviembre de 2015 nos toparemos con las elecciones generales. No habrá adelanto porque Rajoy necesita todo el tiempo del mundo para que la esperada recuperación se note y estos casi dos años que tiene por delante son, en este sentido, vitales. Enfrente el PSOE afronta unas primarias este mismo año en otro conflicto orgánico interno que para este partido sirve de retroalimentación; necesitan, o lo parece, agitarse en congresos y disputas que les hagan sentirse vivos. Es evidente que Rubalcaba no se quiere ir, tanto como que la mayoría socialista, incluso él, sabe que no puede volver a ser candidato.

Nos encontramos en el ecuador de los mandatos, algo que a muchos ha empezado a ponerles bastante nerviosos en este febrero de un año político muy importante. Toca, pues, ponerse a ello, planificar estrategias, candidaturas, sondeos, sortear conflictos, atacar al de enfrente, defenderse de los compañeros de partido que, ténganlo en cuenta porque así es, son peores que los de enfrente. Y toca contarlo. O al menos intentarlo.
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