El Parque Nacional, una oportunidad para conciliar el sueño del ‘guadarramismo’ y el desarrollo de los municipios serranos
miércoles 22 de octubre de 2014, 11:13h
Cuando se va a cumplir medio año desde la declaración del Parque Nacional de la Sierra del Guadarrama, hemos querido hablar con los alcaldes de algunos de los municipios incluidos dentro de este ámbito para conocer sus impresiones acerca de un logro que venía a cumplir el histórico anhelo del guadarramismo. El denominador común en las declaraciones de los regidores es que aún es pronto para hacer balance y también que los datos son difícilmente objetivables, por lo que de momento hay que quedarse más bien con percepciones subjetivas, por mucho que desde la Comunidad de Madrid hayan cifrado en un 7 por ciento el incremento de visitantes en los primeros meses de vida del Parque Nacional. Partiendo de esta premisa, y de que la Sierra de Guadarrama ya era un lugar al que ya acudían miles de madrileños, especialmente los fines de semana, cabe preguntarse entonces qué ha cambiado: la respuesta está, fundamentalmente, en la creación de una 'marca' que no sólo ha de servir para reforzar la protección del entorno, sino para que, desde ese punto de partida, los municipios de la zona puedan hacer efectivo un desarrollo sostenible que pasa, de forma inequívoca, por el impulso del llamado turismo verde. Esto es algo que obliga a todos los agentes implicados a cambiar la perspectiva desde la que se venía trabajando: la Sierra de Guadarrama no debe ser sólo el apéndice de una visita a Madrid o la escapada del sábado o domingo de turno, sino que ha de saber explotar todo su potencial turístico, convirtiéndose en destino en sí mismo, del mismo modo que ocurre con los Picos de Europa, Ordesa y Monte Perdido, las Cañadas del Teide o Sierra Nevada, con el añadido de tener la capital a 60 kilómetros, amén de contar en la zona de influencia con un patrimonio cultural de primer orden, desde el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial al Castillo de Manzanares, del Paular a Buitrago de Lozoya, o de la Calzada Romana de Cercedilla a La Granja de San Ildefonso, en este último caso ya en la vertiente segoviana. Ahora se trata de hacer valer este potencial, con una oferta turística, gastronómica y hotelera de calidad e innovadora, buscando de paso nuevos yacimientos de empleo. El camino no es fácil -y los resultados desde luego no van a venir de la noche a la mañana-, pero es importante trabajar en esa dirección para crear esa imagen de marca que, más allá de los intereses particulares de cada municipio, contribuya a que el sueño del guadarramismo al que aludíamos antes sea también la fructífera realidad de las poblaciones de la Sierra.