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¿Estamos saliendo del túnel?

Wilson Jones (*) En la Región de Orense

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:13h
No saben con qué ganas estoy deseando que lleguen las próximas elecciones; no para ejercer mi derecho legítimo al voto, que cada vez vale menos, y cada vez se desprecia más.
Si lo quiero ahora es porque, ¡ah!, a pocos meses vista de los comicios todo nos sonreirá y seremos mucho más felices: el Gobierno ya ha adelantado que en el año 2015 bajará los impuestos, que no se diga que no cumple su programa electoral. Vale que no lo hizo en 2012, ni en 2013, y no es de esperar tampoco que lo haga en 2014, pero es que ni se daban ni se dan las circunstancias. Aún lo prohíbe el interés general. Pero al año siguiente sí; a poco de jugársela de nuevo en las urnas, veremos cumplidos los deseos, nos volveremos importantes, y nos dirán ‘¿veis, ingratos, cómo al final cumplimos los que prometimos?’. Y que coincidan esos guiños con las elecciones será, claro, una mera coincidencia en el tiempo, sin que debamos buscar oscuras intenciones.

Si ahora nos dicen que dentro de dos años se podrán bajar los impuestos es porque justo en ese momento, no un año antes ni un año después, se podrá hacer. Así de exactas son las previsiones lanzadas desde arriba. Lo que, además demuestra la perfecta ingeniería con la que se construyen los túneles en los que nos metemos (nos meten) en épocas de grave recesión. Porque esos oscuros caminos aparecen amenazadores justo en el momento en el que un gobierno gana las elecciones; a los pocos días nos dicen que nos estamos adentrando en la oscuridad más tenebrosa sin previo aviso, y enseguida nos damos cuenta de que las bondades que nos prometieron en campaña no eran tales. Si, aquello de que a los pocos meses de gobernar percibiéramos los frutos de la buena gestión se convierte de repente en un agujero negro que todo lo justifica. Y algunos tropiezan porque no ven las piedras que obstruyen sus pasos. Pero los que aún sobreviven siguen avanzando a ciegas, guiados por el buen gestor y el lazarillo traído de más allá de nuestras fronteras; a mitad de mandato la oscuridad es total, porque ni nos alumbran ya los ecos del día que dejamos a la entrada del túnel, ni aún se pueden atisbar los rayos del sol que nos prometen existente al final de la serpiente negra horadada en la montaña. Y muchos, los más débiles, siguen cayendo en el camino, tropezando en pedruscos y obstáculos que sus pies se encuentran en sus lastimeros pasos. Pero el resto saca fuerza de flaqueza y sobrevive. Y desde la voz de mando que va al frente de la procesión, en la segunda mitad de la legislatura, sentimos las palabras de aliento; no dicen que ellos, que van de cabeza, si miran con detenimiento al horizonte, ya pueden adivinar un punto blanco en mitad de la negrura.

Sí, aquello debe ser el sol; aún no sentimos su calor ni podemos dejar el bastón, pero estamos en el sendero correcto, así que unos piden el último esfuerzo, pues es casi un hecho la salida del infierno, Muchos de los que se cayeron y ya no se pudieron levantar, hace tiempo que dejaron de escucharlos. Los que han sacado fuerzas de donde no las tenían siguen hacia adelante; y justo cuando tan solo faltan unos meses para las nuevas elecciones, llegamos a la salida del túnel. El sol, nos ciega, la luz nos daña los ojos, como al preso encerrado largo tiempo en la celda de castigo. Esa luz es real, escuchamos, y todo sufrimiento pasado habrá merecido la pena. Solo resta, como homenaje, tocar misa de réquiem por los que no han podido llegar.
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