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¿Monarquía o República?

Lena Ortega

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:13h
Quizá no sea esta una cuestión importante a dilucidar. Seguramente no lo es porque el modelo de Estado no siempre determina el bienestar o las penurias de los pueblos, pero con el actual debate que tenemos en España sobre este tema, especialmente en los últimos tiempos, valdría la pena repasar algunos detalles para no quedarnos siempre en la superficie de que “lo que nosotros queremos sería lo correcto” ¿Qué es mejor, monarquía o república? La respuesta es muy relativa si tenemos en cuenta que España, por ejemplo, es una monarquía e Italia no, sin embargo, ambas enfrentan crisis económicas similares. En cambio, Holanda es una monarquía y Alemania un república, y ambas naciones gozan de bonanzas parecidas. Hablando en plata: los distintos modelos de Estado no han influido para nada en los destinos de los países.
Por las dudas, valga decir que, desde el principio, soy poco partidaria de la pareja heredera al trono de España y repruebo comportamientos del Rey, no por Corinna ni ningún otro asunto de los que tantas veces se levantan en el coro de los grillos, sino por razones de mayor calado, pero eso es otra cuestión. Lo que aquí intento es descifrar las razones de antimonarquismo radical, las cuales no son tan aparentes como parecen. Dicen que la monarquía es una institución atávica. Puede ser, aunque también el odio a la monarquía cuando esta no entraña ninguna lesión letal a los interés de un pueblo, puede expresar el odio atávico que las clases medias sentimos hacia aquellos que tienen o que son más que nosotros, sin ponernos a pensar como se sentirán quienes disponen de escasos o nulos recursos y de quienes solemos hablar de forma abstracta y lejana: ‘Los pobres del mundo’ Del mundo, sí... No del vagabundo al que vemos merodear por las calles de nuestros barrios, o del conocido que se quedó sin trabajo y no tiene familia. De esos no nos preocupamos. Solo lo hacemos de ‘los pobres del mundo’
Les voy a poner un ejemplo sobre la superficialidad que en tal sentido caracteriza el pensamiento típico de la clase media. Hablaba no hace mucho con una amiga abogada y ésta me decía indignada: “Es normal que haya personas que se gasten cinco mil euros en un vestido de Chanel, mientras que otras se mueren de hambre”. Unos días después me comentaba, sin embargo, que había comprado unos vaqueros de Armani a muy buen precio porque ‘eran buenos’. Una coletilla que emplea la clase media cuanto trata de justificar los productos de lujo a los que le es dado acceder: ‘es bueno’. Recordé su comentario envidioso sobre personas que no conocíamos y le espeté: “Es inmoral que haya personas que se gastan el dinero en unos tejanos de Armani mientras hay tantos muriéndose de hambre en el mundo”. Muy mosqueada me contestó: “¿Qué dices? ¿Qué tiene que ver una cosa con la otra?”. “Es sencillo - le respondí- para cubrirse con unos vaqueros con 25 euros bastan, pero si puedes darte el lujo de llevar unos Armani, lo haces. Quizás un vestido de Chanel no... pero Armani sí. Bien podrías donar el dinero que te costaron tus tejanos de marca a los ‘pobres del mundo’”. Se enfadó, porque ante el menor atisbo de evidencia o constatación de la realidad, la mayoría de las personas lo llevamos mal. Yo, si tengo dinero, me compro el Armani y si pudiera, también el Chanel, la verdad. ¿Ventajas de este pensamiento? Un conflicto existencial menos en esta vida y una ventaja derivada de no ser de izquierdas: no corres el riesgo de caer en ese tipo de incoherencias tan usuales. No me perturba que alguien haya nacido en un palacio, que sea más rico o más guapo. Soy de los que no se amarga la existencia por lo que otros poseen. Y lo mismo, en el fondo, es lo que siempre me ha pasado con el tema de la monarquía.

La realidad es que las monarquías europeas son modelos de Estado en las naciones más ricas de la Tierra, mientras que países con otros sistemas de gobierno tienen dictaduras temibles y miserias mayores. Tampoco es cierto que una República sea más cara que una monarquía o viceversa, Estados Unidos mantiene una presidencia y una vicepresidencia tan caras como cualquier monarquía, y no hablemos de Francia, con su presidente y su primer ministro. Viene siendo lo mismo que mantener monarca y presidente de Gobierno. Todo Estado tiene representación bicéfala porque es necesario a efectos prácticos.

Otro argumento que esgrimen con facilidad los partidarios de la república es que se puede elegir a sus representantes, mientras que a un monarca no se le elige. No obstante si lo analizamos tranquilamente ¿No tiene mayor delito elegir representantes del pueblo que son socialmente nuestros iguales y terminan siendo más truhanes que diez generaciones de reyes? Visto está que dos siglos después podemos comprobar que los ilustrados también se equivocaron de cabo a rabo.

Apostar, pues, por la monarquía quizás pueda resultar complejo en estos tiempos, pero ser republicano no entraña ninguna superioridad moral. Tal vez a principios del siglo XX pudo haber sido coherente. Hoy creo que resulta tan indiferente lo uno como lo otro.
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