La ansiedad de los políticos

Este tipo de decisiones, que sin duda representa un asunto capital desde el punto de vista interno de las formaciones, tiene relativo interés, en cambio, entre la gente de la calle, más ocupada en llegar a fin de mes que de otra cosa.

No sé si convendrán conmigo en que, dado que aún falta bastante tiempo para las elecciones, es prematuro ese debate de nombres y apellidos, porque con ello se podría dar la sensación de que los partidos se miran en exceso el ombligo en lugar de preocuparse, como es su obligación, de los problemas reales de los ciudadanos. Así, supongo, en vez de acortar el creciente distanciamiento social hacia la clase dirigente -así lo recogen las últimas encuestas y sondeos de opinión-, se produciría el efecto contrario, o sea, el aumento del descrédito con respecto a nuestros representantes públicos.

Falta tiempo, insisto, para la celebración de los próximos comicios municipales y autonómicos pero es raro no escuchar en determinados cenáculos la retahíla de posibles sucesores a tal o cual puesto o, incluso, que algunos de los actuales regidores municipales y presidentes autonómicos empiecen a reivindicarse para repetir cargo, cuando lo suyo sería no perder el rumbo de la recuperación económica, cuestión que sí nos atañe a todos sin distinción. Flaco favor hacen aquellos que desde una posición política de responsabilidad alientan o no cercenan de raíz esas carreras sucesorias tan interesadas y que, a juicio de algunos, deben ser lo que más inquieta ahora mismo a la población. A la deseable regeneración política tampoco ayuda nada ese prematuro afán por situarse al frente de una u otra candidatura. Más bien, al contrario, porque me temo que ese melón no es precisamente para este verano y, de abrirse a destiempo, no más normal es que se pudra.