Juventud y cultura

Tal vez hemos optado por el relajamiento a toda costa, conscientes de que los gobernados no van a arreglar lo que ellos no han estropeado, y que, por mucho que digan o hagan, hay asuntos verdaderamente inmutables que siempre acaban igual. Se quejaba el Gran Wyoming, referente de la tan saludable sátira política, que los jóvenes que salen en televisión no parecen preocupados por la cultura, sino que hablan de otras cosas. Y no es que los jóvenes no hablen de esas cosas, es que solo se les saca en pantalla hablando de otras. Pocas opiniones críticas de los jóvenes sobre la realidad se abren camino en pantalla, y sí muchas triviales, y eso que, ya ven, ahora se les pide el oro y el moro para construir su educación. Los contenidos están bien, pero es la construcción de ciudadanos críticos y conscientes lo que nos llevará de nuevo a la modernidad. Tenemos que escuchar a los jóvenes, pero cuando hablan de este país, de sus asuntos, y de los nuestros, no de ‘Gran Hermano’. Impera, ya digo, un cierto aire de superficialidad, de simplificación, un adelgazamiento de lo intelectual y lo profundo. Somos una sociedad paciente y buena: pero no crean jamás que en la resignación reside la felicidad.