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Fracaso del antídoto contra el desencanto

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:13h
En tres meses ha dilapidado el cómico italiano Beppe Grillo, líder del movimiento “5 Estrellas” (M5E), todo el caudal de ilusión, entusiasmo y energía que sus conciudadanos depositaron en él como adalid del cambio de verdad que iba a acabar con la vieja política de los partidos tradicionales italianos, enfangados en la corrupción, la incapacidad, la endogamia y la chapucería.
El pasado mes de febrero, Beppe había encarnado la esperanza de los desencantados con su discurso antisistema y parecía destinado a encabezar una auténtica rebelión de masas contra la podredumbre. Un fenómeno social y político que ya se ofrecía como ejemplo de catarsis liberadora y redentora ante la desafección hacia la clase política.

Así se colocó como tercera opción política en las elecciones generales. Tres meses después, en unos comicios municipales parciales, ha perdido la mitad de los votos. El antídoto contra el desencanto ha desencantado. ¿Por qué? Porque ha tirado a la basura el respaldo que le dieron los italianos. Y que conste que se lo dieron para cambiar las cosas,y sin embargo las ha dejado como estaban.

En sus manos tuvo la oportunidad de aliarse con el centroizquierda decente del Partido Democrático para alumbrar un gobierno reformador, pero prefirió no mancharse. Mantenerse puro e incontaminado... y obligar al PD a pactar con Berlusconi y convertirse en rehén del nefasto Cavaliere. La gente le perdonaba su histrionismo, su talante autoritario, su egolatría e incluso sus caprichos, en aras de la renovación que parecía traer. Y lamentablemente lo que trajo fue la esterilidad y el circo. Y, sobre todo, el mantenimiento del statu quo en Italia. Qué pena: millones de votos tirados a la papelera.

Esta es la historia conocida: la del ideólogo de una lucha radical contra el sistema que acaba consolidando el sistema. A fuerza de infantilismo, torpeza, sectarismo y pérdida del sentido de la realidad. Su reacción ante la derrota en las elecciones municipales parciales no ha podido ser más clásica y a la vez más desafortunada, la misma que la de sus declarados enemigos irreconciliables: echarle la culpa a los electores, ¡faltaría más! No es él quien se ha equivocado, sino el pueblo que no le ha apoyado; los ignorantes y los aprovechados del sistema (los que viven de la política, los funcionarios, los pensionistas, que votan pensando en sí mismos y no en el país).Un tic inconsciente de dictador.

Como podrán observar, el cómico genovés no ha necesitado los cien días de gracia en su nueva posición para evidenciar que los payasos valen para hacer reir, no para cambiar las cosas.
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