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El mirador

Los almuerzos de empresa

Víctor Corcoba

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:13h
Una nueva epidemia de moralismo toma posiciones en estas fechas, sobre todo en los almuerzos de empresa, donde alrededor de los brindis se alzan voces por la paz, la justicia, el amor, la amistad, la conservación del mundo y la mejora del trabajo. Un abecedario que sale de los labios pero que muy pocas veces pasa por el corazón. Es una forma de quedar bien ante los demás, un automatismo que nada tiene que ver con nuestra vida cotidiana.
Para empezar, hoy la persona cuenta bien poco ante los grandes objetivos mercantilistas y vale mucho menos si no es poder o no produce. Estos moralistas de mantel y buen vino, que derrochan una cínica simpatía, suelen ser unos auténticos bocazas. Sin estilo alguno, casi siempre con una cara dura impresionante, se ponen a sembrar moralidades sin saber qué significan las semillas. Claro, nada regeneran, lo confunden todo. Son sembradores que luego cosechan indiferencias.

Cuando a diario se cultiva el desorden de la conciencia moral no hay experimentos que valgan. En un ambiente basado en las apariencias, todo es vacío y pasajero; y lo que pudiera ser bueno, reunirse en torno a la mesa, deja de tener sentido para convertirse en muñecos de engorde. El concepto de discriminación se amplía cada vez más. Los jefes almuerzan con los jefes y los vasallos con los vasallos, en mesas distintas y distantes. Me niego a esos pomposos almuerzos de empresa por Navidad, yo los prefiero en enero o en otra época del año, cuando escasean las viandas en los días finales de mes.

Es evidente que este canon de la cultura consumista, que no tiene para nada en cuenta a la familia, y estas fiestas de Navidad no son en su gloria, implica confusión y nos conduce a un mundo de contradicciones que no deja espacio para la libertad
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