Esto ya no hay quien lo arregle
miércoles 22 de octubre de 2014, 11:13h
Antes de nada tengo que confesar que a mi Iñaki Urdangarín me da lástima, aún sabiendo que muchos de ustedes dirán que para nada, que el que la hizo, la pague.
Que se haya podido aprovechar, presuntamente, de su situación de privilegio por haber hecho una buena boda me parece inmoral, obviamente, pero no critico que haya firmado (presuntamente) algunos correos como ‘el duque em...palma...do’, jugando con lo de Palma. A mí me ha resultado de lo más tierno. Me ha hecho acordarme de mi primera pandilla con amiguetes de 14 o 15 años a los que les gustaba hacer juegos de palabras más o menos soeces. O de mi hijo, que con cuatro o cinco años disfrutaba hablando del culo y de las tetas y que unos años después se reía un montón con los chistes subidos de tono. Desde entonces, la verdad, apenas había vuelto a oír algunos de estos juegos de palabras facilonas, más allá de alguna serie burda de la tele, quizá porque mis niños han crecido y suelen relacionarse con gente con cierto grado de madurez. Por eso, al margen de agradecerle la cualidad evocadora de su firma, Iñaki me da lástima. Con esa altura, ese corpachón, esos cuatro hijos... y aún sin destetar. Pero más pena me da su mujer. Te enteras junto al mundo entero de que a tu hombre -tan señor, tan plantao, que hasta cuándo va a declarar por presunto choriceo lo hace con hidalguía-, aún le falta hervor y medio y te preguntas ¿qué hacer? Yo ignoro si, como dicen las malas lenguas, la infanta Cristina sabía de sus tejemanejes empresariales, pero seguro que si hubiera sabido lo del chistecito ridiculizando el título, le corta las manos. Al fin y al cabo la Familia Real vive de su imagen y por mucho que escondan a Iñaki, esto ya no hay quien lo arregle.