OPINIÓN
En Quito, como en Cataluña
miércoles 22 de octubre de 2014, 11:13h
Quito se ha quedado sin toros. Es la noticia más triste de este invierno. La nefasta desaparición de la Fiesta en Cataluña está teniendo efectos colaterales. El coso de Iñaquito se llenaba con la combinación de figuras españoles y toreros nacionales.
El presidente de Ecuador, Rafael Correa, quiere acabar con los toros en su país, y al final lo va a conseguir. Un cobarde referéndum en 2010 abrió la veda. El político usó maquiavélicamente este instrumento porque no se atrevió a la supresión a través de un decretazo. Quito dio la feria 2011 sin la muerte del toro en la plaza, sino en la angosta penumbra de un oscuro callejón del chiquero. Hubo desbandada de aficionados. El sucedáneo de festejo a la portuguesa no convence.
La esencia final de la Tauromaquia es que el toro muera en la plaza y también que se le permita salvar su vida por medio de la bravura. ¿Cuántos aficionados portugueses viene a España a ver una corrida de toros? Muchos. ¿Y españoles a Portugal. Ninguno. Esta fue la primera puñalada. A escasos días del comienzo de la feria, con la cartelería en la calle, la empresa Citotusa suspende la feria ante la poca demanda. Pero detrás de todo esto hay un trasfondo. Los Salazar han ganado mucho dinero gracias a la feria de la capital de Ecuador y son los propietarios del poderoso Banco Pichincha. A la vez, son los rivales del presidente Correa, que próximamente se enfrenta a unas elecciones. Nuevamente, la Fiesta de los toros se utiliza como arma arrojadiza.
Correa tiene fuertes lazos de unión con Chávez, que también lleva tiempo perpetrando la abolición de los toros en Venezuela. En la sociedad del siglo XXI tenemos que estar bien preparados para defender un arte que tiene detractores bien organizados y una parte de políticos que utiliza esa doble moral tan peligrosa, siempre pensando en aquello que más le favorece.