Los aullidos de Lobo Cojo
INTERINO
miércoles 22 de octubre de 2014, 11:13h
“Menudo sueño he tenido. Paseaba por una ciudad moderna, con calles bien asfaltadas donde no había atascos. Las aceras eran anchas, contaban con frondosos árboles y estaban limpias. Los aparcamientos eran todos en superficie y, además, gratuitos.Unos limpios y rápidos microbuses transportaban a los usuarios de un extremo al otro del municipio. En el mobiliario urbano destacaban unos cómodos bancos, farolas y papeleras de hierro forjado, grabadas con el escudo de Villalba y la paloma ¡como la queremos!. La calle Real tenía el firme de granito, era peatonal y estaba llena de plantas de temporada y hermosos magnolios. Desde el puente se podía ver el cauce transparente de un rió que había sustituido su fría canalización de hormigón por unas laderas verdes donde los niños corrían despreocupadamente. En la plaza de Las Bombas actuaba una banda de música y varias parejas de policías locales velaban por la seguridad de sus vecinos. Y de la Estación de ferrocarril había desaparecido el actual mamotreto arquitectónico, retomando su antigua fachada. Y fue precisamente aquí, al oír el pitido de un tren que venía a gran velocidad, cuando me desperté -nos dice Lobo Cojo- y no veas el cabreo que tengo, porque me he dado cuenta que cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. ¡Ah!, otra cosa: que quede claro que este menda no se va a Benidorm ni con el Imserso ni con El Corte Inglés, porque aquí estoy muy a gusto (menuda rotonda tengo) y aún me queda mucho bacalao para cortar antes de jubilarme”.