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Guía práctica de una intervención

Ramón Zárate * Socio Director de EmásI EAFI

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:13h
Llevamos una primavera en que no se termina de definir si el último pétalo de la margarita se decantará por el sí o por el no, y ya se sabe, que cuando intervienen en cualquier asunto políticos y abogados, uno más uno no nunca suma dos. España no necesita ser rescatada, que rescaten al sector bancario es una mala noticia, la prima de riesgo supera los quinientos puntos básicos, la rentabilidad del bono español toca el siete por ciento, el euro se rompe, el banco central europeo tiene que comprar deuda española, el déficit del Estado se ha disparado o las elecciones griegas son clave para el futuro de Europa, no son simples titulares de los medios, sino objeto de opinión diaria en los sitios más variopintos por personajes buscando su momento de gloria.
No dejamos de preguntarnos sobre si realmente se comprende el alcance de las sentencias, no sólo por parte de quien las emite, sino de los receptores. A nosotros por lo menos nos generan muchas dudas. Ahí vamos con algunas reflexiones mucho más genéricas, producto más del sentido común.
¿Qué pasa cuando a un país le intervienen? En principio, lejos de que el término denote una cierta predisposición mental negativa, lo cierto es que si ahondamos algo más sorprende lo positivo de sus consecuencias. Que te intervengan, en principio supone que te ayudan, a pesar de los errores cometidos en el pasado.

Y esta ayuda, se concreta en prestarte el dinero, cuando ya nadie está dispuesto a prestar el dinero necesario para ir pagando las facturas pendientes que se agolpan en el escritorio. Esto se llama dificultad de financiación en los mercados de capitales a pesar de pagar el 6 o el 7 por ciento y que el diferencial este por encima de los 500 puntos básicos. De otra forma, el problema se mete en el cajón y a esperar que venga alguien a solucionarlo. Como nos suena esta genial idea. La cuestión es que quien presta el capital, como no es una Caja de Ahorros ni Monte de Piedad, un modelo de negocio muy al uso por estas tierras, ante lo elevado de la cifra necesitada y el registro pasado del moroso, exige unas condiciones ciertas de que lo aportado se destinara a pagar lo debido, con la promesa de que no caerá de nuevo en el pecado. Esto se llama la condicionalidad.

Bien, ya hemos unido problema con solución y condiciones necesarias para llevar a buen fin. Ahora vamos con el desarrollo. Las personas. No se puede dejar todo el proceso a la buena fe y habilidades del intervenido. Los hechos del pasado y sobre todo el sentido común aconsejan que haya terceros honorables que piloten el proceso. Aparecen por fin los hombres de negro.
¿Y la deuda que teníamos y la que acabamos de descubrir a los mentores? El déficit del Estado y las previsiones futuras. Todavía lo están investigando. Son los auditores independientes. La incertidumbre del importe necesitado hace que el interviniente exija más condicionalidad al intervenido. Su pasado le avala. En medio de este tira y afloja de condiciones si, condiciones no, aparecen los fedatarios del proceso. Las agencias de calificación. Éstas se limitan a constatar con mucha más premura que en el pasado con otros primos suyos, la evidencia de los hechos. Pedir es de pobres y quien lo hace es que no puede pagar. Esto se llama rebaja del rating. Aparece una nueva denominación para referirse a la deuda existente, bonos basura, que en principio chirría a los oídos de cualquiera y hacen más difícil su comprensión.

De esta forma, se certifica la incapacidad de mantenerse a flote sin ayuda externa del intervenido. La duración de todo el proceso depende de lo diligente que sea el enfermo en medicarse y lo radical del tratamiento propuesto. Reforma del mercado trabajo, subida del IVA, quitas a la deuda, mas paro, menos PIB y reducción del déficit a corto plazo son sólo algunas de las posibles a emplear, pero pueden practicarse otros tratamientos experimentales, depende de lo temerario del paciente, y al que nos referimos, lo es y mucho. Somos adictos a la barra libre.

Conclusión del tratamiento, un número mínimo de entre 5 a 10 años, con secuelas permanentes, por lo elevado de su duración. Y todo esto, como diría aquel ¿para qué? No sería más sensato no pagar aquello que no puedo y admitir nuestras carencias cuanto antes, con un objetivo claro y consensuado, un ‘sinpa’ en pesetas, para desplegar cuanto antes el chiringuito ahora que empieza el verano y empezar a cobrar por el tinto de verano y la tumbona...
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