Políticos y Semana Santa
miércoles 22 de octubre de 2014, 11:13h
Ahora que llega la Semana Santa y es tiempo de potaje de vigilia, torrijas, ayuno y penitencia, quizá sea también un buen momento para reflexionar sobre los valores de entrega y perdón que marcan estos días. Quizá el primer episodio al que haya que referirse, por estrambótico, es la manifestación atea convocada el mismo Jueves Santo y que la Delegación del Gobierno de Madrid, ahora comandada por Cristina Cifuentes -que por otra parte presentó una propuesta el el Congreso del PP para que el partido se desligara en sus estatutos del humanismo cristiano- no ha autorizado, entendiendo acertadamente que se trataba de una provocación a los católicos, como la que ya se vivió el pasado verano con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), entonces con el silencio cómplice de la socialista Dolores Carrión. Se trata, simplemente, de coherencia y, sobre todo, de respetar los valores y las tradiciones que, más allá de las creencias particulares, vertebran la historia de España desde hace siglos .
También se armó cierto revuelo cuando el obispo de Valladolid mostró sus reparos a que la flamente vicepresidenta del Gobierno, Soraya Saénz de Santamaría, fuese la pregonera de la Semana Santa pucelana. Lo hizo, simplemente, porque la mano derecha de Rajoy está casada por lo civil y no por la iglesia. Peor aún es el caso de aquellas familias que no se cansan de criticar a la Iglesia para luego celebrar por todo lo alto bautizos, bodas, comuniones y todo lo que se precie, lo que en definitiva no es más que un nuevo episodio en la preocupante pérdida de valores que domina nuestra sociedad, en donde la apariencia continúa al alza.
Lo mismo cabría aplicar, sin ir más lejos, a quienes por un lado defienden la escuela pública y por otro han ido o llevan a sus hijos a colegios privados, como ocurre no sólo a nivel nacional entre políticos y sindicalistas, sino también en nuestros pueblos, en aquella realidad que tenemos más a mano y que, precisamente por eso, sorprende a diario en sus contradicciones.
Lo cierto es que trasladar este tipo de situaciones al ámbito local siempre es complejo, por cuanto convergen todo tipo de circunstancias. Así, en San Lorenzo de El Escorial, el programa de la Semana Santa de este año nos ofrece la imagen del actual portavoz del PSOE en el Ayuntamiento, Francisco de Gregorio, portando las andas del Cristo de la Buena Muerte -hecho cargado de una evidente carga religiosa-, en la llamada Procesión del Silencio, que recorre el camino entre el Santuario de la Virgen de Gracia y el cementerio parroquial del paseo de Unamuno. No es un hecho excepcional, ni siquiera creo que pueda ser noticiable, por cuanto es una escena análoga a la que se vive -o se ha vivido- en tantos otros municipios de nuestro país, de Madrid a Castilla La Mancha y de Andalucía a Cataluña, de la madrugá sevillana a las arraigadas tradiciones extremeñas, sin que las creencias religiosas estén reñidas con las ideologías.
No se trata de pedir a esos políticos que participan de forma activa en la Semana Santa que hagan examen de conciencia o que caminen genuflexos como penitencia por las políticas emprendidas por quienes tienen más altas responsabilidades. Pero tampoco estaría de más que, desde esa misma independencia y decisión personal, ofreciesen su opinión acerca de ciertos asuntos que están o han estado en la agenda a nivel nacional en este caso del PSOE, pasando por encima de una sensibilidad fuertemente arraigada en el propio socialismo español: los acuerdos con la Santa Sede, que Alfredo Pérez Rubalcaba aseguró que revisaría en el reciente Congreso en el que fue elegido secretario general; el debate entre escuela pública y privada-concertada, que demasiado a menudo se ha convertido en un ataque a la Iglesia; la pasividad de la anterior delegada del Gobierno ante las protestas organizadas con motivo de la visita del Papa; el cierre del Valle de los Caídos o la misma eutanasia disfrazada de muerte digna, que viene a chocar de forma frontal con el espíritu de la oración al Santísimo Cristo de la Buena Muerte, obra de José María Pemán: “A cambio de este alma llena / de amor que vengo a ofrecerte / dame una vida serena / y una muerte santa y buena / Cristo de la Buena Muerte”.
Como decía antes, es difícil establecer unos límites claros entre la esfera personal y la política, más aún en un ámbito como el local, pero por eso mismo sería bueno conocer la postura sobre estos y otros temas de quienes nos representan bajo unas determinadas siglas en las instituciones más cercanas a los ciudadanos.