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Villalba, el arte y la radio

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:13h
Collado Villalba parece haber perdido el alma, es decir, la vida callejera. Se vive en una ciudad desalmada. Caminar por las calles, según a que horas, provoca el estrés del aislamiento; optar por moverse en autobús lleva al aburrimiento y la indignación.
La atmósfera de inseguridad inducida produce el candado social y la sobrepresencia de elementos de seguridad (privada, por supuesto) activa, pasiva y mediopensionista. La proliferación de centros comerciales cerrados y supervigilados, substituyen más y más a la vida comercial, cultural y social de los espacios abiertos de calles y plazas. Collado Villalba viene a ser una especie de urbe penitenciaria, con lugares públicos voluntariamente disminuidos y degradados (no olvidemos la Chopera), que ha devenido en una especie de feudalismo urbano excluyente y a una vida cultural y artística raquítica. En este entorno es donde, esencialmente, se producen las nuevas manifestaciones de arte y expresión. ¿Cuál es el papel de la expresión y el arte en ese contexto urbano salvaje? ¿Cuáles pueden ser las formas de expresión y los contenidos estéticos en medio de la continua tortura de la crisis?
En el siglo pasado, en Chile, cuando el amargo régimen de Pinochet estaba llegando a su fin, unos jóvenes creadores de Santiago consiguieron el suficiente dinero para contratar una avioneta de las que se usaban para lanzar octavillas comerciales y, en hora punta, lanzaron sobre el centro de la capital miles de hojillas con un poema ilustrado que hablaba del amor y la libertad. Uno de los paquetes no se desató y vino a caer sobre una comisaría de policía traspasando el techo en medio de un gran estruendo. El paquete fue etiquetado de ataque subversivo y todas las fuerzas del orden fueron alertadas para detener a los terroristas del aire y la poesía.

Aún en el siglo pasado, en San Paulo, un grupo de teatro callejero representó una obra en la calle en medio de un círculo de curiosos. Dos hombres y una mujer escenificaban con realismo dramático una escena de violación. Todos ellos vestidos de naranja y con la cara pintada del mismo color. Aun así, entre el público se crea una atmósfera de indignación que amenaza a los actores masculinos, que pasan a estar en peligro de agresión por la audiencia. Acaba la representación, la mujer explica que se trata de denunciar la violencia sexual. Algunos peatones siguen su marcha decepcionados, unos protestan, otros aplauden y la función concluye en un debate sobre el asunto.

Los problemas de comprensión de la crítica y el público radican en el divorcio entre propuestas artísticas y sociales y la realidad objetiva del acceso a los medios de expresión. De esta forma la manifestación crítica y artística, se materializa por esta parte de la Sierra en dos hitos como muestras de muchos otros: La Fábrika y la articulación de Radio Villalba. Ambas dos viven bajo la amenaza del capricho, a pesar de que son las grandes ventanas por las que entra la luz natural a esta ciudad, cada vez más iluminada (y hasta sonorizada) por la luz magnética de las franquicias agrupadas, alimentada por el combustible de los contratos basura.

Radio Villalba ha sido tocada: no se hundirá. La tecnología de uso doméstico, permitirá la supervivencia de algunos programas. Conviene recordar la pluralidad de ideas que se vierten por ese vehículo. ¿Y que los reúne, o reunía allí? Desde luego no la temática, como digo variopinta, ni la ideología, plural como no puede ser de otra forma, sino el posicionamiento consciente de su acto creador frente a este tiempo y a este entorno. No escriben ni hablan de la Sierra, sino desde la Sierra. De ahí que la reelaboración y juego estético con los tiempos multíplices son como las luces de la tramoya social, desde donde surgen la narrativa, poesía, el relato y la información desde la radio o, desde un ángulo diferente la plástica, la fotografía y el cine en la Fábrika.

Hoy, que al mirar hacia arriba solo vemos los mismos collares, vuelven a mi desde la libreta de Julián dentro de una magnifica serie de documentales sobre Collado Villalba, las palabras de aquel alcalde: “Tenemos que situar a Villalba en la vanguardia comercial”. Y en ese mismo camino, sin desviarnos ni un milímetro de aquella línea, seguimos. Y el progreso, ese progreso engañoso y fatal, se evidencia en cada acto, se consolida en cada cierre y toma fuerza en cada despido. Quizá la única forma de mantener vivos los programas de Radio Villalba, sea ocuparla. Al que lo haga le tacharán de delincuente acorde a la nueva definición: todos los usos no privados de lo público son sospechosos.

Cerca de mi casa pintaron: “Lea poesía”. Lo borraron. Más tarde despidieron a los limpiadores.
(*) En el Foro de El Faro del Guadarrama
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