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Cinismo navideño

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:13h
Lo más repetido después del sorteo de la lotería de ayer vuelve a ser lo de la salud. Y también habrá que tener en cuenta a los pocos afortunados que consiguieron algún pellizquito pues aunque no emplearán el tópico de la salud, sí ese otro de "tapar agujeros", lo cual volverá a ser una señal del cinismo que nos caracteriza: "tapar agujeros" no deja de ser una argucia para seguir creyendo que la situación no es tan mala. Con una pedrea, una familia en la actualidad no deja de ser un ejemplo de desconcierto. De momento, lo sensato es que la primera inversión que haga sea comprarse una maquinita para hacerle más agujeros al cinturón. Eso sí, los sueldos de los padres de la Patria, ni tocarlos.

A propósito, la Patria se subdivide en concejales, diputados provinciales, consejeros, diputados nacionales, eurodiputados y un entramado de llevacosas, amanuenses, asesores y directores de orquestinas varias para que no nos falte de na, ¡Todo lo demás no cuenta! Ni siquiera esa inquietud que se nos viene encima: ¡La Navidad! No es que uno no se alegre con aquello de “Paz a los hombres de buena voluntad”; que sí, que a pesar de todo hay que confiar que no pase como en Sodoma y Gomorra, que no hubo ni un solo justo que se pudiera librarse de la quema. Ahora los justos los hay a manojitos; que se lo pregunten a los que están en expectación de destino, palabrita del Niño Jesús. ¡Pero eso de la Navidad...!
Como la celebración cristiana ha sido superada por la Feria del Consumo -los hechos son más tozudos que las tradiciones-, a nadie extraña que durante estos días se salten a la torera las estrictas costumbres de la cena con el huevo pasado por agua y la manzana para sustituirlo por todos los sucedáneos imaginables: foi-gras por patés, huevas de nadiesabequé por caviares, camarones por langostinos, etc., etc., donde lo malo no son las mentiras consentidas por falta de presupuesto, sino la apuesta por celebrar algo que no se siente, por ejemplo la alegría infinita por reunirse con la familia, y contemplar los abrazos entre cuñadas y por ver que aporta cada cual a la cena cumbre.

No es que se trate de hacer recuento de falsedades, se trata de darle contenido a algo que ya no tiene el sentimiento que tenía antes, cuando no se trataba de hacer alardes, sino de compartir lo que se tenía y hacerlo con la ternura que no admite ni comparaciones ni envidias. No acierto a adivinar que ocurrirá a partir de este año, a partir de ahora si, como dicen los augures truculentos, iremos a peor, cuando el paro alcance el 23 por ciento. ¡Pobres langostinos sin compradores! Posiblemente, cuando este momento llegue se volverá a hacer las tortas, a peregrinar con el platito como presente de buena voluntad hacia el vecino coñazo, hacia la tía Paca, tan chinche ella, a sabiendas de que critica a Vanessa, la niña, por las minifaldas que usa, por el novio que tiene, con pendientes, cresta de gallo y pantalones rotos por las rodillas. Pero bueno, la Navidad estará entonces justificada si ella remueve un poco las conciencias. Si no se consigue ni eso, es que está muerta o somos los demás los que lo estamos.
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