Despilfarro público

Las percepciones que cobran los altos cargos son escandalosas, agravándose con las que cobran los ex altos cargos (ex ministro, ex secretarios, ex consejeros) ya que se les blinda de por vida con cantidades desorbitadas, circunstancia excepcional de la que no pueden disfrutar los demás ciudadanos.

Cuando un parado apenas cobra unos cientos de euros, con el agravante de que se le acabará en unos meses, un ex ministro puede acumular varias pagas y sueldos durante años. Si la austeridad de la administración pública, es una obligación en tiempos de crisis, hoy por hoy brilla por su ausencia.

Al despilfarro de altos sueldos para los altos cargos, se une ahora según el despilfarro en vehículos de alta gama para las administraciones de las diversas comunidades en general. Si a esto le añadimos que los intentos de fraude, blanqueo de capitales y corrupción se multiplican en tiempos de crisis, la situación no puede ser más apremiante por desesperante.

Yo propondría que se empezara a recortar los sueltos de los altos cargos y la utilización de medios de transporte de alto standing, así como personal asignado para dar ejemplo de austeridad en tiempos de penuria económica. Ahora los economistas para acaban de calentar la hoguera, diciendo que la crisis se agravará por falta de consumismo de los ciudadanos. El problema es sencillo: si no hay puestos de trabajo, no hay sueldos; si no hay sueldos no se puede adquirir bienes de consumo, excepto los de primera necesidad, como son los alimentos y la ropa. Si los salarios son bajos y además de congelan ¿quién va a gastar los pocos ahorros que tiene? Solo la clientela del sector del glamour sigue teniendo caprichos excéntricos y se gasta el dinero ‘curiosamente’ en artículos de lujo, totalmente prescindibles. El empresario debe saber que para vender, necesita clientela que disponga de un estatus y eso conlleva un salario fijo, que genera un puesto de trabajo. Si no hay trabajo, no hay salario, no hay estatus, no hay compras. Es la ‘pescadilla que se muerde la cola’.Y si a todo esto le añades que la banca no está colaborando con la ayuda de las empresas en la conexión de créditos, el panorama empeora drásticamente.
¿Y ahora, que vamos a hacer con los inmigrantes? España quiere apoyarlos ¿pero cómo prestarles ayuda cuando el tejido laboral hace aguas, cuando el número de parados sobrepasa los cuatro millones, con tintes de llegar muy pronto a los cinco?. Con el paro en alza, aún entre los mismos inmigrantes y la actual crisis financiera, no es el mejor momento para instalarse en España. Algunos de los inmigrantes ya se han dado cuenta y se han marchado a otros países europeos menos afectados por la crisis.
¿Y qué dicen de todo esto los economistas? Que la crisis pasará, seguramente, pero como en todas las epidemias va a quedar huella y muchos lo van a pagar quedándose en pelotas por el camino, sobre todo los más pobres.

El nuevo Gobierno parece dispuesto a meter mano al escabroso tema de la banca y a intentar salvar a las entidades financieras en peor situación, pero de poco servirá si no hay un plan global para que sobre esos cimientos pueda construirse una economía sólida y eso solo se logra con una ayuda generalizada, ayuda económica, que debe ser otorgada con mucho oxigeno para no asfixiar al pequeño y mediano empresario y, sobre todo, al trabajador. O eso o empezar a nacionalizar la industria y la propia banca.

Se impone pues una revisión de los planteamientos de forma urgente y nada mejor para ello que ahora, coincidiendo con el aterrizaje del nuevo Gobierno presidido por Mariano Rajoy.