Estafas espirituales

En mi rodar por lo estantes de pronto me encontré con cinco metros que por ambos lados albergaban una misteriosa sección: Ciencias ocultas. A su lado, otra sección, Religión, apenas ofrecía un metro y, además, compartiendo sitio con budistas, hinduistas, musulmanes, protestantes, etc. Esto demuestra que la gente compra más libros sobre astrólogos, imaginativos derviches, quiméricos templarios salidos de un empolvado armario, brujas y tratados de magia o similares que sobre religiones tradicionales, fundamentadas con pensadores y teólogos durante miles de años. Llamar ciencias a la pura acumulación de manuales de las más extraordinarias y contradictorias supersticiones no es sino hablar de una caricatura. También se atribuye el papel de científico al que vende piedras de efectos misteriosos con emanaciones increíbles, o a los por el simple hecho de frotar una bola de cristal son capaces de predecir o adivinar cualquier cosa menos cuando les roban en su propia casa. Que las grandes religiones se diluyan y pierdan su influencia para que broten, como hongos, a veces venenosos, sectas y todo tipo de estafas espirituales, parece triste. La gente necesita creer, buscar un sentido a la vida cuando se les desmoronan los sentidos, cuando no se confía en los políticos o en lo que nos dicen los demás, convirtiéndose con ello en pasto de los buitres del alma. Y eso sí que es lamentable.