La hora de la ciudadanía
Víctor Corcoba
miércoles 22 de octubre de 2014, 11:13h
La calle es de la ciudadanía, no de los poderes. Al fin y al cabo, el poder es como una manzana: si aparece una podrida, o se deshace uno de ella o acaba pudriendo toda la cesta. En consecuencia, aplaudo la acción ciudadana que está dispuesta a que el poder detenga al absoluto poder, que corrompe absolutamente. Dejémosle a esta ciudadanía, empeñada en dejarse oír y apiñada por hacer causa común, que tome de manera pacífica y responsable los caminos y plazas. Hablen alto y claro, les prestamos atención. Cada día son más, somos más, los que sentimos el mensaje como propio. El problema de nuestro tiempo es que nos estamos cargando el futuro y, el futuro, es de los ciudadanos, no de los poderosos que nos torturan y nos encadenan.
Ciertamente todos tenemos el derecho a participar en los designios del mundo. Que cada cual, desde su propio hábitat, pueda alzar su voz y ser oído. Es lo humanamente correcto. La lucha armada ya no procede en ninguna revolución y mucho menos en una sociedad en continua evolución. No hay otra salida para optimizar el bienestar de la especie que escucharnos unos a otros. Bravo por esos manifestantes que luchan por una democracia real. Bravo por ese aluvión de inteligentes protestas, que ponen en entredicho injustas leyes, desenmascarando trampas y mentiras alrededor de los poderes. Bravo, mil veces bravo, por batallar con la palabra y por combatir las injusticias desde la entrega generosa. Cuando el poder no lleva implícito ningún deber y es eliminado, todo lo que toca lo aplasta, incluida la vida humana. Y así, por mucho que se hable de la igualdad, no la habrá mientras unas sociedades opriman a las otras. A la realidad me remito: en el mundo sigue habiendo personas tan opulentas que pueden comprar vidas humanas, como quien compra una mercancía más y, también, hay pobres tan desesperados que no tienen otra opción de supervivencia que venderse. El verídico testimonio de la modelo Yovanna Guzmán en el libro ‘La reina y el narco’ es una clara prueba de esa compraventa, como si la vida se resolviese con riqueza. La plata todo lo esclaviza. Uno piensa que el dinero lo hace todo y termina haciendo todo por dinero
Hay que renunciar a esas falsas superioridades, a esos poderes corrompidos, a esas conductas que son una mentira incesante, a esos silencios que callan y otorgan complicidad con lo inhumano, obviando cualquier posibilidad de diálogo. Ha llegado, en consecuencia, la hora de la ciudadanía.