PUNTO DE VISTA
El invento pérfido de la televisión
miércoles 22 de octubre de 2014, 11:13h
Después de la visita del Papa Benedicto XVI a España, mejor dicho a Santiago de Compostela y a Barcelona, uno tiene que digerir las palabras del Santo Padre detenidamente y con atención. Hay en los textos que he sacado del Vaticano, de las homilías y de los discursos, pensamientos muy ordenados y doctrina católica en cada una de sus palabras. Y por lo que se deduce de una primera lectura, Benedicto XVI dijo que lo que el mensaje evangélico le obliga a decir. También a los políticos, también. Lo que pasa es que en el rigor de tan pocas horas de estancia, en algunas ocasiones sólo apunta temas a desarrollar, tan profundos algunos que no se pueden resumir en un artículo.
Desde el punto de vista popular lo que asombra es la postura de nuestro presidente de Gobierno. Me figuro que cualquiera de los lectores se comportaría de otra manera si el personaje fuera el propio Zapatero y su visita fuera a su casa, a la del lector, me refiero. Supongamos que al señor presidente, que es el presidente que nos representa a todos, se le ocurre llegar a la ciudad invitado por su alcalde. Supongamos que usted, amigo lector, es amigo del alcalde y éste le dice que el señor presidente va a ir a su casa y que lo reciba con todos los honores que requiere. Supongamos, además, que usted es del PP y, por lo tanto, contrario ideológicamente al señor presidente. Supongamos que en esa visita usted se va con los amigos a tomar unas cañas, mientras el señor presidente es recibido por su señora esposa. Y supongamos que cuando el señor presidente se va a marchar, usted, amigo lector, se presenta y le dedica al señor presidente unos párrafos para contarle como se cazan los grillos con escalera o como está el vino que tiene Asunción.
Lo primero que comentaríamos en esta sección de opinión es que ha faltado usted a la más elemental educación, que es recibir a un invitado en su casa. Porque de lo que se trataba era de recibir al señor presidente de todos los españoles y no al señor Zapatero como persona. No podríamos pensar que su postura era ideológica ni sectaria, ni tampoco de que usted lo considerara su enemigo. Y menos que lo despreciara. Usted, si quedara por cualquiera de estas últimas razones, perdería la amistad del alcalde y sería tachado de ciudadano indigno de su país. Pues, amigo lector, así más o menos se ha comportado nuestro presidente con su Santidad, el Papa Benedicto XVI, tras la fulgurante visita a Afganistán, que maldita la necesidad que tenían las tropas de recibir a su presidente después de tanto tiempo sin la tal visita. ¿No se podría hacer otro día? ¿O es que el señor presidente quería marcar la raya laica que lo separa del Pontífice y, de rebote, de toda la Iglesia Católica y del 73 por ciento de los españoles?
Hay que tomar nota, amigo lector, y si ocurriera la hipótesis que planteo, les aseguro que me iría a cazar grillos con escalera, un deporte divertido que puede dejar a uno como un señor ante quienes no saben serlo.