Ante la visita del Papa

El listón ha quedado muy alto, porque católicos y no católicos, pueblo y autoridades civiles, líderes religiosos... todo el mundo ha demostrado en el Reino Unido su reconocimiento de lo que el Papa -éste o cualquier otro- representa para el mundo, no sólo para la Iglesia católica, por su defensa de los derechos humanos, de la paz y de algo tan importante como es la libertad. En noviembre tendremos a Benedicto XVI en España. Pienso que, para entonces, vendrá bien recordar el discurso ante el Parlamento británico, en el que evocó la figura de Santo Tomás Moro, “gran erudito inglés y hombre de Estado”, condenado a muerte en aquella misma sede de Westminster, en 1535, quien, siendo fiel a su conciencia y leal servidor de su Rey, “eligió servir primero a Dios”. Como el Papa dijo entonces, “la tradición católica sostiene que las normas objetivas para una acción justa de gobierno son accesibles a la razón” y que la religión “no es un problema que los legisladores deban solucionar, sino una contribución vital al debate nacional”. ¿Podríamos pedir a nuestros políticos que reflexionen seriamente sobre estas palabras, dichas ante ciudadanos de un país en el que los católicos son minoría, mientras aquí somos mayoría? ¿Sabremos reflexionar quienes no nos dedicamos a la política activa en calidad de gobernantes o representantes de los demás ciudadanos y extraer consecuencias útiles para la convivencia entre españoles?