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PUNTO DE VISTA

Las retribuciones municipales

Por: J. Ojeda

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:13h
Ala espera de que Zapatero decida quiénes son los ricos y exprimirlos con una carga impositiva de no te menees, al estilo Robin Hood, para compensar lo que les ha hecho a los pobres, o a los que ha hecho pobres, es posible que de las medidas anunciadas para el recorte del déficit público se derive, aunque sea indirectamente, algún efecto positivo, en el que ni siquiera se había pensado cuando se urdió el plan de ajuste. Por ejemplo, la reducción del sueldo de los empleados públicos -así prefiere llamarlos, con buen criterio, Cándido Méndez, en lugar de funcionarios- ha puesto sobre el tapete, por extensión, las retribuciones de los alcaldes, además de concejales y derivados.
El problema, a la hora de afrontar los sueldos de los cargos municipales, es que son ellos mismos los que se fijan sus retribuciones. Es decir, los plenos de los ayuntamientos son soberanos para decidir lo que cobran, ya nos los alcaldes, concejales y cargos de confianza, sino también los emolumentos de todos y cada uno de los empleados que trabajan en los ayuntamientos.

Así, se da el caso de que un alcalde de una localidad media cobre bastante más que el de una de las principales capitales, o que el sueldo de un policía municipal en Málaga no tenga nada que ver con el de uno de Córdoba. De ahí que, por ejemplo, los cafetitos que se toman los conductores y los escoltas de los alcaldes, cuando sus jefes están reunidos, acaben en serios cabreos, cuando se enteran de que, por hacer lo mismo, hay algunos que cobran el doble que otros. Y cuento lo de conductores y escoltas porque se supone que, en estas reuniones, los alcaldes no tratan temas tan de andar por casa. Y claro, a la vuelta, el conductor perjudicado le pone a su alcalde la cabeza como un bombo. Lo que hay que aguantar.

Bueno, pues éste es un tema del que se lleva años hablando, pero nunca se ha dado un paso para arreglarlo, aunque casi todo el mundo coincide en que hay que buscarle una solución. Fórmulas hay, y siempre las ha habido, para hacerlo. Por ejemplo, fijar los sueldos en función de la población, o del montante presupuestario o la homologación con los sueltos autonómicos, que sí están reglados, o una combinación de todos ellos. Lo que sea, menos continuar con esta situación absurda, y profundamente injusta, que permite que los ayuntamientos, y también vale para las diputaciones, fijen sus propios niveles retributivos como mejor les parezca.

El arreglar esto sería a favor de ellos mismos, porque además de eliminar desequilibrios injustos, les evitaría la necesidad de tomar decisiones sujetas a sospechas de motivaciones personales, que, aunque sabemos que nunca se dan, podrían malinterpretarse. O sea, que si proponemos esto es por el bien de los propios alcaldes.
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