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PUNTO DE VISTA

Pederastias y pedebestias

Por: T. Alberich

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:13h
El incremento de denuncias de casos de de pederastia, de abusos y de violencias a menores parece imparable en los últimos tiempos y es motivo de preocupación general. Los casos denunciados son numerosos, pero también muy diferentes. Desde las múltiples redadas al tráfico de pornografía infantil en internet, con la incautación desde simples fotos de desnudos hasta la filmación de abusos a menores y, por otra parte, los casos que producen más escándalo y preocupación social, por ser cometidos en entidades, tanto públicas como privadas, que precisamente están dedicadas a la formación o educación infantil: escuelas, gimnasio, equipos deportivos... con detenciones de profesores, monitores, etc. El caso actual más grave, pendiente de juicio, pero que acumula decenas de denuncias y testimonios, es el conocido como el del kárate, por estar acusado como jefe de la trama -verdadera secta sexual- el ex campeón nacional de kárate F. Torres ¿Cómo es posible que durante más de dos décadas este presunto pederasta abusara de niños que, a partir de los 9 años, entraban a formar parte de su gran familia? ¿Cómo ha podido guardar silencio tanta gente durante tanto tiempo? Una organización piramidal donde algunos de sus lugartenientes (karatecas y además abusadores) mantenían la unión de la secta, explica parcialmente el retraso en el estallido del escándalo.

Asustan estos temas, las documentaciones incautadas, los testimonios, las declaraciones... es difícil incluso escribir sobre ellos. Pero, en esas estábamos, cuando una marea de denuncias, al principio lejanas pero cada vez más cercanas, han pasado a ocupar la portada de medios de comunicación. Los casos más flagrantes y escandalosos vienen precisamente de una institución dedicada no sólo a la educación, sino a la defensa de la moral. A la guardia y custodia de la ética pública y privada. La que supuestamente nos dice cómo nos debemos comportar. Y resulta que tenemos miles de denuncias que acusan a sacerdotes y miembros de la Iglesia católica de pederastia y de abusos diversos contra menores (violencia, represión...) Y, lo que es doblemente escandaloso, nos encontramos con que sus superiores, obispos y cardenales, conocían estos hechos y, en vez de denunciarlos ante la Justicia, se limitaban, en el mejor de los casos, a cambiar al ‘pecador’ de sitio para que normalmente siguiera haciendo lo mismo en otro colegio o parroquia. ¿No son incluso encubridores los obispos y cardenales que actuaron así? ¿Se han enterado estos señores de que estamos hablando de delitos graves y que los encontrados culpables deberán pagar con años de cárcel, aquí y ahora (no en el juicio divino)? Los encubridores también deberían ser juzgados, ya que existe la justicia terrenal, esa que juzga con garantías a todos por igual. No deben existir excepciones.

En algunos medios se ha dicho que, al fin y al cabo, los sacerdotes implicados en abusos son una pequeña minoría y son mínimos respecto a todos los casos de pederastia. Cierto. Pero no olvidemos que sólo en Estados Unidos la Iglesia católica ha tenido que abonar más de mil millones de dólares para acallar o parar denuncias.
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