PUNTO DE VISTA
Una cultura preventiva
Por: Víctor Corcoba
miércoles 22 de octubre de 2014, 11:13h
El mundo necesita menos armas y más almas, ciudadanos libres y personas de paz, capaces de luchar por la justicia. En este sentido, hay que celebrar que Rusia y Estados Unidos hayan firmado recientemente un nuevo Tratado de Reducción de Armas Estratégicas. El acuerdo fue firmado en Praga y establece el compromiso de que ambas naciones reduzcan en un tercio sus respectivos arsenales nucleares.
Las armas tienen que dejar de hablar si realmente queremos activar una cultura preventiva que nos encamine a la paz. La justicia se defiende con la razón. Los artilugios armamentísticos para lo único que sirven son para matarse pobres contra pobres, para que haya niños soldados o para imponer poderes corruptos en países con democracia frágil. Por desgracia, el desarme es todavía una pedagogía educativa a la que el mundo le da la espalda. Quizás, en parte, debido al gran negocio que genera este tipo de industrias. A veces, paradójicamente, la educación, el alimento, el agua, la asistencia sanitaria, son más inaccesibles que las armas. Por ello, está muy bien que se celebren este tipo de congresos, dado que la globalización de muchos problemas presentes, ha transformado en prioridad urgente la colaboración internacional. Hoy sabemos por experiencia que a nada conduce la división entre naciones, el rearme sin límites y el uso incontrolado de artefactos; si acaso, a la violación de los derechos fundamentales de las personas y de los pueblos.
No le demos al mundo armas contra nadie, porque la utilizará más pronto que tarde, proporcionemos sabiduría, que es la serenidad inquebrantable. Hay que empeñarse en desterrar del planeta la violencia, el narcotráfico, las desigualdades y la pobreza, que son campo abonado para delinquir. Ya en aquel primer congreso de Naciones Unidas, celebrado en 1955, se formularon ciertas recomendaciones sobre la prevención de la delincuencia de menores por medio de la comunidad, la familia, las escuelas, los servicios sociales, así como la selección y formación del personal de prisiones. A mi juicio aún estamos bastante lejos de haber hecho todo lo posible, desde los diversos ámbitos sociales y vínculos familiares, para prevenir la delincuencia y reprimirla eficazmente, de modo que no siga perjudicando al planeta.
La prisión como castigo es tan antigua como la historia humana, En muchos países las cárceles están superpobladas lo que dificulta la reinserción y el trato humano, en otras sus condiciones de vida son muy precarias, por no decir indignas. Por otra parte, encarcelar a jóvenes adolescentes, en lugar de buscar alternativas, los marca de por vida como delincuentes. Meter entre rejas a un chaval, que a lo mejor roba para sobrevivir o para conseguir dinero para su adicción, no me parece en absoluto rehabilitador. Debiera apartarse del sistema de justicia penal a los muchachos que han cometido delitos de poca importancia; y, en suma, creo que la cárcel no debiera cobijar a ninguno, habría que mantenerlos separados de los adultos. Asimismo, pienso, que deberíamos atajar, de una vez por todas, el aluvión de torturas que sufren muchas personas, con penas crueles inhumanas o degradantes y considerar las circunstancias con más justicia, desde la observancia del derecho.