La dictadura no se inmuta. El silencio vergonzoso de buena parte de la comunidad internacional, entre ellos España, y de su mano una Europa timorata, hace el resto. Ha muerto en Cuba un disidente al régimen, un preso político, un hombre que ha mantenido una lucha contra su propio destino y el de su país, rehén de las miserias políticas y humanas de unos revolucionarios que sólo en las palabras y en los hechos hipócritas son o fueron alguna vez eso, revolucionarios de una revolución traicionada por el apego al poder y el desprecio a la libertad, los derechos humanos y los valores democráticos, morales y religiosos. El régimen decrépito, implacable y hermético sigue instalado en su férrea ortodoxia de la nada, 51 años después de una revolución fracasada, que ha llenado al pueblo de miseria humana y moral, social y económica. Arbitrariedad, abuso de poder, quiebra de todo derecho y toda moral. Perpetuación gerontocrática en el poder. Negación de los derechos, de la vida, de la libertad, alienación constante y grotesca y un émulo de la nada y del todo a la vez, Raúl Castro, niega con vehemencia que en Cuba haya torturados. Miente. Condescendencia intolerable de España, de sus gobiernos, salvo el de Aznar, que buscó deliberadamente el choque. Luego apareció de nuevo la doblez del lenguaje, el paño caliente, la mano tendida de una España siempre acomplejada hacia el régimen cubano. Se intermedió e intercedió ante la UE, se introdujeron bálsamos de mentira y confianza siempre traicionada y despreciada desde La Habana. Supuso un choque con nuestros socios europeos, pero no ha importado al ministro de Exteriores. Damos un espectáculo bochornoso.
La muerte de Orlando Zapata es una tragedia más de una isla encerrada en la nebulosa del tiempo apócrifo de las guerras y guerrillas, dictaduras de derecha e izquierda que atraparon a América Latina en la década de los 50 y 60 sobre todo. Silencio y represión, miedo y tortura, lo único que el régimen sabe hacer con maestría y cinismo. La tragedia de los opositores al régimen, la tragedia de su valentía es la muerte y el silencio.
Cuba sigue atrapada en una anodina espiral de inepcia e impasse. No se avanza. La vieja guardia controla todas las estructuras del poder. Las engrasa, desoxida principios y arengas de otros tiempos. Tiempos difíciles para la población. Todo el régimen es una mentira, una coraza de barro y miedo, de infiltración que tarde o temprano se desmoronará. No hay dictadura que sobreviva al dictador. Pero esa regla se cumple sobre todo en las dictaduras de derechas y militares. Las de izquierda son más populistas y, desde una siempre falsamente y progresista Europa, vistas con cierta simpatía y misticismo utópico. Los Castro saben que el invento morirá con ellos. Otras generaciones empujan pero callan por el momento, tanto desde dentro como sobre todo desde fuera. ¿Que ha logrado la revolución cubana en estas cinco décadas? Nada, miseria material y moral y cobardía intelectual. Ni educación ni sanidad pueden convertirse en hitos. El deber es enorme por todos los lados. En lo económico, en lo social, en lo estructural, en las miles de familias divididas por la dictadura.