EL KIOSCO
Navidades diferentes
miércoles 22 de octubre de 2014, 11:13h
Os que somos un poco carrozas o, como diría un veterano periodista, museos andantes, tenemos muy claro que la Navidad de ahora no tiene apenas nada que ver con las que vivimos otras generaciones. Ni en la forma, ni en el fondo. Afortunadamente, lo único que no ha cambiado es el motivo y la fecha, cosa que debemos agradecer.
A poco que nos esforcemos en recordar el pasado, veremos que el mensaje viene siendo el mismo, aunque disfrazado. Menos auténtico. Más cínico e hipócrita. Está claro que, en Navidad, todos debemos ser más buenos, más amables con el prójimo y querernos mucho, más o menos como la trucha al trucho, que dicen en mi tierra. La paz, la felicidad, el amor, el bien y demás palabras al uso son las que se van repitiendo cansinamente en las felicitaciones navideñas (ahora también enviadas a través de los teléfonos móviles), esas que se mandan a personas que incluso desconocemos o apenas hemos visto en el transcurso del año. Ocurre también cuando nos encontramos por la calle con vecinos o conocidos con los que apenas cambiamos palabra y durante estos días les saludamos efusivamente con el tradicional ¡Feliz Navidad!, ¡ Feliz Año! o ambas cosas a la vez. Y es que parece que tenemos que ser felices casi por decreto-ley. Por narices, por huevos.
Y yo me pregunto: si, por ejemplo, no soy feliz, ¿por qué he de pasar unas felices fiestas? Durante los próximos días, o al menos hasta que suenen las campanadas de 2010, tengo la sensación de que todos estamos obligados a aparcar todos nuestros problemas y ser felices. ¿También las familias que no tienen ni un euro para comer? ¿O aquellos que han perdido su puesto de trabajo y ven cómo los meses pasan y no tienen posibilidad alguna encontrar un empleo? Y los que ya no tienen ningún tipo de ingresos por haber finalizado el periodo de cobro del subsidio de desempleo, ¿también tienen que ser felices?
Todas las imposiciones me repatean.Es más, me sublevo ante ello. Acepto, ¿cómo no?, que las fiestas navideñas son las más bonitas de cuantas celebramos los cristianos, aunque poco a poco se hayan ido reconvirtiendo y perdiendo parte de sus valores tradicionales. No obstante, tampoco renuncio a los magníficos recuerdos que guardo de estas fiestas; bueno, de aquellas fiestas donde había menos cinismo e hipocresía y en las que todo era bastante más natural.