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PUNTO DE VISTA

La presunta retirada de crucifijos

Por: José M. Benítez

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:13h
A anunciada guerra de los crucifijos, como aquella ‘guerra de Troya’ de la que hablaba el drama de Giradoux, finalmente no tendrá lugar, con lo que las aguerridas huestes de uno y otro bando dispuestas a enzarzarse en todo tipo de escaramuzas, dialécticas o no, para atacar o defender el viejo símbolo se han quedado, de momento, sin casus belli. No parecía, de todos modos, una batalla con mucho fundamento. Quien esto escribe lleva un cuarto de siglo trabajando en la enseñanza y jamás ha visto un crucifijo en una escuela pública... Supongo, en fin, que la anunciada polémica se refería sólo a esos centros, porque extenderla a los concertados, como pretendían algunos, hubiera sido tanto como negarles la razón de ser, lo que no parece que quepa en los modos de proceder de una democracia. Y que conste que quien estos afirma -en voz baja, para no molestar a nadie- no pertenece a ninguna confesión religiosa, ni cree que éstas deban dictar normas a la sociedad civil.

Crucifijos, ya digo, no he visto ninguno. Si alguno queda por ahí, los responsables de la administración educativa deberán indagar por qué en determinados centros públicos no se ha producido la retirada de los mismos con la naturalidad y discreción con que esto ha ocurrido en todo los demás. Quizá éste sea el quid de la cuestión. La sacrosanta Transición, de la que tanto se habla, consistió básicamente en una sucesión de gestos discretos y, en cierta medida, espontáneos; entre ellos, todos los que contribuyeron a ir separando lo que atañe privadamente a las conciencias de lo que debe regir la convivencia pública. Y lo que ahora resulta verdaderamente preocupante es que esa espontaneidad y esa discreción parezcan haberse perdido para siempre.

Tampoco el hecho de que hayan desaparecido los crucifijos garantiza, de todos modos, que en las escuelas predomine la racionalidad. Todavía me sonrojo al recordar un cartel que vi en una exposición escolar organizada por cierta oenegé bienpensante, y seguramente subvencionada, de cuyo nombre no quiero acordarme. Decía ese cartel, dirigido a los alumnos de Secundaria: “En el Neolítico, con la aparición de la agricultura, apareció también la desigualdad social”. Todavía estoy preguntándome si lo que quería decir el autor del cartel es que hubiera sido preferible que la humanidad no hubiera pasado de la fase de cazadores-recolectores, antes de sacrificar ese presunto igualitarismo primigenio...

Es para echarse a reír, si no fuera porque sabemos que en el mundo ha habido, y hay, no pocas dictaduras sanguinarias que pretenden el regreso de esa pretendida Edad de Oro, anterior a todo progreso. Lo de los llamados “jemeres rojos”, en Camboya, cuyos crímenes se están juzgando ahora en un tribunal internacional, fue una de ellas.
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