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La ganadería escurialense de Mercedes Figueroa decepciona en su estreno en Las Ventas

Por ALFREDO FERNÁNDEZ
miércoles 22 de octubre de 2014, 11:13h
Concluyó la temporada 2009 en la plaza de Las Ventas de Madrid sin demasiado brillo. Este último domingo se celebró una novillada con picadores, en una tarde de estupenda climatología y una aceptable presencia de público, alrededor de un tercio del aforo.
Se lidiaron tres novillos de Mercedes Figueroa, uno de Pablo Mayoral y dos sobreros, uno con el hierro de Hato Blanco y otro más de José Escobar. Dos novillos de la ganadería titular fueron devueltos por flojos y otro a punto estuvo de llevar el mismo camino que sus hermanos.

La novillada con los dos hierros de la familia Mayoral desencantó por su falta de raza, justeza de remos y por escaso fondo en el último tercio. Los de Figueroa, encastados en la sangre Domecq, y los dos de Mayoral, aunque sólo se lidió uno, el cuarto, entroncados en la línea Santa Coloma. El mejor fue el sobrero de Hato Blanco, que tuvo alegría, boyantía, nobleza, repitió por ambos lados y posibilitó el éxito.

Ojalá hubiéramos podido hablar de un grato paso por Madrid de esta ganadería de El Escorial, pero la verdad es que los utreros no rompieron de la forma que seguramente hubiera deseado su criador, Pablo Mayoral. Con todo, hubo utreros que merecieron mejor trato de lo que los tres novilleros fueron capaces de hacer ante ellos. El primero de la tarde tuvo un pitón derecho por el que el novillo embistió con franqueza y buen son. El cuarto fue más complicado, pero mereció otra lidia.

Más pena que gloria
Y es que los tres novilleros, el ecuatoriano José Antonio Benítez, Paco Chaves y Daniel Palencia, pasaron con más pena que gloria por Madrid. Las Ventas se esta trasformando en un coso donde hace el paseíllo cualquiera, y eso no puede ser. Novilleros sin méritos, sin bagaje, que llegan como consecuencia del compromiso o el amiguismo de algunos; esta dejadez no puede seguir. La empresa debería cuidar este aspecto con mejor ojo y realizar un seguimiento a los novilleros antes de anunciarlos en una plaza de esta categoría.

En Madrid no pueden anunciarse novilleros como José Antonio Benítez, que tuvo una actuación desastrosa, como otros tantos que han hecho este año el paseíllo por aquí. Debería haber una persona responsable de ojear a los chavales, porque de lo contrario esto se convierte en una sucesión de festejos vacíos y sin contenido.

Por su cuenta
El único en darse una vuelta por su cuenta fue Paco Chaves en el quinto de la tarde, sobrero de Hato Blanco. Una vuelta porque quiso, animado por sus paisanos, ya que estuvo siempre por debajo de este buen novillo. Hubo muchas protestas, y con toda la razón. Banderilleó con soltura y la faena no pasó de la corrección y el aseo, a pesar del aplauso de un público dadivoso. El novillo repitió y Chaves fue incapaz de realizar una faena templada, ya que no conseguía ni mandar, ni templar las buenas arrancadas del novillo. No le discutimos sus ganas, pero evidenció una técnica nula. Se tiró con decisión a matar, dejó una buena estocada -de lo mejor que hizo-, el novillo dobló y hubo una tímida petición.

Con su primero estuvo más centrado. Colocó tres buenos pares de rehiletes, el último muy bueno al quiebro. El novillo se apagó pronto y se paró, pero el extremeño anduvo más reposado. Mató bien.

Un sainete
José Antonio Benítez cumplió su primer paseíllo en España y pasó indecorosamente el expediente. Desaprovechó la calidad de su primer novillo de Figueroa en una labor desganada, toreando muy fuera de cacho. Se vio la condición del utrero y el escaso asentamiento y convicción del novillero. Con la espada dio un verdadero sainete. El cuarto fue un ejemplar de Pablo Mayoral con más vigor y nada fácil, que requería oficio y someterle. Benítez se vio desbordado en una actuación lamentable. Con los aceros estuvo fatal y le finiquitó con el verduguillo de mera casualidad.

A Daniel Palencia le tocó bailar con el peor lote de la novillada y fue silenciado. Su primero se paró y el novillero le realizó una faena de toma y daca en la que buscó entenderse con un animal que se quedaba muy corto. Con el sexto, el debutante se mostró valeroso y con tesón, ante un sobrero bruto y que topaba.
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