El mirador
Educación universal
V. Corcoba
miércoles 22 de octubre de 2014, 11:13h
Detrás de todas las crisis que vive el mundo en encuentra un déficit que no es el económico, sino la falta de ética en una cultura que se ha globalizado al margen de las normas naturales. Imperan las ideologías impuestas que no hacen valer, valores tan fundamentales como la dignidad humana.
Todo ser humano merece una educación intensiva y extensiva, sin adoctrinamientos, cimentada sobre el nervio irrenunciable de la ley moral natural. En un momento en el que se desbordan las preocupaciones ante los gérmenes de tantos peligros contra la vida humana, urge redescubrir aquello que la naturaleza nos une y, bajo esa sabiduría innata, establecer los diálogos.
Todo el mundo habla, todo el mundo dice que debemos mejorar los sistemas educativos. En España, por ejemplo, el Tribunal Supremo acaba de pronunciarse a raíz de la controvertida materia de “educación para la ciudadanía”, prohibiendo el adoctrinamiento. El mero hecho de que el poder judicial haya tenido que pronunciarse al respecto, nos indica que hemos avanzado muy poco en el espíritu democrático, sobre todo en el del sentido común. En cualquier caso, ¿qué educación estamos impartiendo, si niños y adolescentes españoles, levantan la mano a sus progenitores como si fuese algo normal? No debemos olvidar que, al menos en quince países de Europa, el suicidio es la principal causa de muerte de los jóvenes. ¿Qué formación ofrecemos para no ilusionar a la juventud? Qué decir, igualmente, de esos otros mundos, a los que hemos globalizado también, que todavía no han logrado la enseñanza primaria universal. Las noticias sobre la violencia juvenil y las muertes en occidente son realidades que exigen una emergencia educativa. Hay que injertar en el arbolado joven de todo el planetario una educación mortal que globalice, dejarse de partidismos y universalizar abecedarios educadores y educativos. "El futuro pertenece a la nación que mejor eduque a sus ciudadanos", proclamó no hace mucho Obama
Donde cohabita la educación, la forma más alta de reencontrarnos, no hay distinción ni enfrentamiento, el diálogo suele germinar por si mismo. Cuando no se impone el razonamiento, es que la educación ha fracasado, puesto que su naciente línea de trabajo ha de generar personas comprensivas, deseosas de convertirse en buenos ciudadanos.