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El mirador

Esto empieza a ser un sinvivir

E. Zaragoza

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:13h
La cosa no está para muchas bromas. Entre las amenazas de Batasuna al Ejecutivo de ZP de romper el alto el fuego, los cayucos repletos de cientos de inmigrantes arribando sin cesar a las costas canarias, el mar de fondo que se detecta en el seno de la judicatura por la política de nombramientos seguida por el Gobierno socialista y la subida incesante de los precios del petróleo, uno anda tan timorato que tiene que contar hasta tres antes de darle al botón de la tele o de dar un repaso a las páginas del periódico.
Y todo esto sin entrar a analizar lo que está ocurriendo en nuestro entorno más directo, es decir en eso que algunos llaman política doméstica (la municipal), donde el patio está cada día más revuelto gracias al relato incesante de historias bastante desagradables donde ni siquiera se omiten los nombres y apellidos de sus presuntos protagonistas. Aún así quiero ser optimista y confiar que al final reine la cordura y la sangre no llegue al río, porque bastante daño se le ha hecho a la política municipal de nuestro país tras el desplome estrepitoso de esas altas torres marbellíes que han arrastrado en su caída a tirios y troyanos. Por eso muchos se preguntan ¿quién nos asegura que un día de estos no veamos caer torrezuelas más próximas? ¿Quién quita no tener que ir a comunicar al trullo, los días de visita en Soto del Real, con algunos de los prebostes que han estado rigiendo los destinos de algunos ayuntamientos? Ya les digo: en un sinvivir estoy. Siento los cimientos patrios resquebrajarse bajo mis pies y no me llega la camisa al cuerpo. Tanto sobresalto no hay quien lo resista, así que he decidido encerrarme a cal y canto en un pueblo de la Sierra hasta que pase el temporal, no vaya a ser que al final uno se tope con el Roca de turno y sienta la tentación de hacer negocios rápidos.
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