Agapito García ‘Serranito’: “El toreo ha sido mi vida”
miércoles 22 de octubre de 2014, 11:13h
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‘Serranito’, visiblemente emocionado en su homenaje (Foto: David Pedrosa) |
El pasado 22 de noviembre, el Ayuntamiento de Colmenar Viejo tributó un cálido homenaje al maestro Agapito García “Serranito”, con la concesión de la medalla de oro de este municipio. Un homenaje que viene a reconocer la trayectoria profesional y la valía de este importante torero, que durante tantos años paseó el nombre de este municipio por todos los rincones. La carrera de “Serranito” fue breve debido a un grave percance que le apartó para siempre de los ruedos. Sin embargo, aún le dio tiempo para escribir bellas páginas en el toreo y para recibir por todos el título de maestro por su estilo clásico, siendo además un consumado y gran estoqueador. Enamorado del toreo y gran apasionado de la Fiesta, ha ejercido durante 25 años consecutivos como profesor de la Escuela de Tauromaquia de Madrid, donde ha forjado a tantísimos toreros y donde de sus sabios consejos han bebido infinidad de chavales. Con sabiduría y humildad, el maestro de Colmenar Viejo repasa su carrera en una entrevista con El Faro del Guadarrama.
En primer lugar, enhorabuena por ese homenaje que le ha tributado el Ayuntamiento y el pueblo de Colmenar Viejo...
Me gustó muchísimo. Viendo cómo se emocionaba el propio alcalde, José María de Federico, no pude contener mis sentimientos. Luego me repuse, pude hablar y fue muy emotivo. Fue un reconocimiento a mi trayectoria como torero.
Un discurso muy bonito y unas palabras muy sinceras las que pronunció, dirigiéndose al pueblo que le vio nacer y crecer...
Fue un análisis de mi paso por el toreo, lo que yo le debo a Colmenar Viejo; aquí comencé a querer ser torero, fue donde toreé las primeras vacas y el lugar donde también maté mi último becerro con los amigos. La plaza fundamental para mí sería la de Las Ventas de Madrid, pero en la de Colmenar triunfé muchas tardes, sufrí mis primeros percances y fue la que me dio sentido a mi carrera. En mi discurso quise hacer un reconocimiento a las muestras de calor y mi gratitud a esta afición y a este pueblo que siempre estuvo ahí.
¿Qué recuerdos tiene de sus comienzos?
Un recuerdo para mí imborrable es la primera vez que me puse delante de un becerro, eso no se me puede olvidar. No me moví, porque bien es verdad que mis piernas no me dejaron y me estuve muy quieto tantas veces como el animal pasó por mi lado. Luego todo ha cambiado, los campos, el pueblo; todo ha evolucionado.
De su plaza de Colmenar, ¿qué recuerdos guarda ‘Serranito’?
Vine a esta plaza cuatro años como matador y dos como novillero, y salí ocho veces por la puerta grande. Uno de mis recuerdos más hermosos fue la última vez que toreé, cuando corte cuatro orejas y dos rabos a una corrida de Palha, al lado de dos figuras como Ángel Teruel y Miguel Márquez.
Antes ha mencionado Madrid, indicando que ha sido un coso fundamental en su carrera...
Allí en 1964 llegué a tomar la alternativa con una corrida de Ángel Peralta, junto a Fermín Murillo, que fue mi padrino, y Andrés Vázquez como testigo. Tuve la suerte de cortar una oreja y luego conseguí actuar otras 15 tardes y cortar 10 orejas, que creo que es una cifra que no está nada mal. Fue una plaza donde me sentí muy a gusto, querido y que me dio mucho.
Su corte era clásico y sin embargo a veces fue relegado a matar corridas de las llamadas toristas...
Tomé la alternativa y ese año sufrí un bache. Luego me cogieron los toros y me dieron fuerte, y al año siguiente lo pagué; tuve que agarrarme a las corridas difíciles y cambiar de estilo. Hubo que hacerlo. Toreé muchas de Miura, de Guardiola, de Pablo Romero... y a muchas de ellas les cortaba las orejas, aunque afortunadamente no sólo triunfaba con este tipo de ganaderías. Lo importante era dar la cara y ser honesto con uno mismo. El toreo que a mí me gustaba no se podía hacer con esas corridas, pero la clave era adaptarse y saber triunfar.
Nadie duda a estas alturas que ‘Serranito’ fue un consumado y estoqueador...
El último año tuve la suerte de encontrarme en Barcelona con mi compañero y amigo Jaime Marco El Choni, y en 10 minutos me solucionó mi problema con la espada. Después de eso maté 24 corridas y sólo pinché un toro. Mi seguridad con la espada era completa.
Cinco años después de su alternativa, le viene el infortunio y sufre una grave lesión en la médula que le aparta de lo ruedos.
Fue en Benidorm, en 1969. Mataba seis toros en solitario, y uno me volteó. Sufrí una lesión en las vértebras que me produjo una parálisis casi total. Pude salir de aquel pozo oscuro y me recuperé no para torear, pero sí para vivir. Fue un accidente como puede ocurrir en cualquier otra profesión, y me alegro que fuera un toro el que me apartara de los ruedos y no un accidente de circulación. Me costó mucho trabajo superarlo, pero las cosas son así y no tienen vuelta de hoja. No me lamento de nada, he hecho lo que me ha gustado y soy feliz.
¿Qué recuerdos tiene de su paso como profesor en la Escuela de Tauromaquia de Madrid?
He estado 25 años y he sido muy feliz. Yo vivía la ilusión que tenían los chavales y sentía como propios sus éxitos y también me dolían sus fracasos. El toreo ha sido mi vida.
¿Era más difícil ser torero en su época o en la actualidad?
Ahora afortunadamente es más fácil, pero sigue siendo muy complicado. Es una de las profesiones de élite, en la que tienen que darse muchos factores para ser figura. La Fiesta ha evolucionado. Ahora el toro es más bravo, pero también es verdad que el de antes se movía más. El toreo de ahora tiene más perfección y, en mi opinión, hoy se torea mejor que nunca.
Para terminar, ¿cuáles son los toreros del momento que más le gustan?
Hay muchos. Los que más me llenan son José Tomás y Morante de la Puebla, dos toreros opuestos en sus estilos pero que me encantan. Luego hay muchos otros, pero no quiero dar nombres para no olvidarme de ninguno.