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El Paréntesis

Aquellos vientos trajeron estos lodos

Enrique Garza Grau (*)

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:13h
Cada pecador tiene sus vicios, unos mayores y otros menores, pero... de ello no nos salvamos nadie; a mí me gusta anotarlo “todo” día a día. Resumo las noticias más curiosas del periódico, hago anotaciones de las lecturas que voy realizando; en algunos casos intento inmortalizar anécdotas, frases y situaciones de esas personas que son la sal de la vida y que por el oleaje de este mundo vas conociendo y tratando de forma casual o cotidiana.
Me gustaría poner en orden esos pequeños apuntes. Los últimos libros que he leído han trazado una línea o estructura que, siendo de distintos autores y épocas, se entrelazan de forma espontánea y crean una cierta sinergia con los momentos que estamos viviendo; estos son El crimen que desató la guerra civil, de Alfredo Semprum; El colapso de la República, de Stanley G. Payne; El pensamiento político de la derecha española del siglo XX, de Pedro Carlos González; como no, he releído la obra maestra de Julián Marías La España inteligible; por último, mi debilidad... Los mejores discursos de Winston S.Churchill, libro que debiera ser de lectura obligatoria a cualquier persona que cometa la osadía de realizar el menor gesto o guiño en la vida política, ni que decir tiene, parlamentaria.

Dice Semprum, textualmente, que en aquellos días finales de la II República Casares Quiroga había puesto en marcha tres grandes proyectos: una reforma de la Justicia “para republicanizarla”, que sometería las sentencias de los jueces a un Tribunal Especial de designación política (actual Reforma del Consejo General del Poder Judicial); una reforma del Reglamento de las Cortes, que hacía innecesaria la discusión en el pleno de los proyectos legislativos (exactamente igual que el CAC en el Parlamento catalán; órgano político-administrativo que controla derechos fundamentales reservados al parlamento -libertad de expresión-). Con ello trataban de evitar la victoria en las elecciones de la derecha. Azaña en 1931 manifiesta su absoluto rechazo al derecho fundamental que consagraban todas las democracias del mundo a la “libertad de credo”; para ser más exactos, en el diario de sesiones del Congreso de 1931 se hace contar que la implantación de la República era inseparable de la implantación del laicismo del Estado, lo que significaba la “prohibición de las enseñanzas a las órdenes religiosas”; esto supuso una barrera infranqueable para las derechas, que eran mayoritariamente católicos. La persecución se convirtió en asesinatos colectivos de sacerdotes y consagradas. Así inicio su mandato Azaña y así lo terminó.

Las Cortes se abrieron el 15 de marzo de 1936, con una sesión proforma en la que se nombra un presidente de edad, se elige en ese acto a Martínez Barrio como presidente de la Asamblea. La primera función que realiza el Parlamento es crear la denominada “Comisión de Actas”, cuya función era revisar el nombramiento de los diputados, es decir, revisión de los resultados electorales; con la finalidad de eliminar todas las actas de diputados de derechas que necesitaba el Frente Popular -legítimo ganador de las elecciones, pero sin mayoría suficiente- para obtener la mayoría necesaria para aprobar determinadas leyes (Salvador de Madariaga y Seco Serrano). La segunda medida la inicia el nuevo ministro Marcelino Domingo, que inmediatamente anunció sus planes para cerrar como muy tarde a mediados de 1936 los colegios religiosos; de hecho el 6 de mayo de ese mismo año se aprobó por el ministro de Educación un decreto que autorizaba a los inspectores la posibilidad de suspender la actividad en los colegios privados y religiosos.

Dentro del programa presentado por Azaña en la sede parlamentaria el 15 de abril de 1936 se centran dos puntos radicalmente importantes para su Gobierno: la autonomía total para Cataluña, de hecho se encargó que el día 3 de marzo (antes de esta sesión) el Tribunal de Garantías Constitucionales declarase inconstitucional la Ley de 2 de enero de 1935 que consideraba ilegal el Estatuto de Cataluña ¿Suena de algo este asunto? Todo ello convirtió la República en una contra-sociedad, sectaria y represora de media España.
¿Qué está haciendo Zapatero? La Constitución Española de 1978, con todas sus imperfecciones, incluyo entre las mismas al inefable y generoso Título VIII que debió de limar, y mucho, las competencias de las comunidades autónomas: de hecho Federico Silva y Gonzalo Fernández de la Mora advirtieron que el reconocimiento de las “nacionalidades” (art.2) llevaría a la destrucción nacional; ¿se equivocaron? La solución a esta cuestión se va a despejar antes de lo que parece, pero... me temo que la respuesta va a ser no. Insisto, a pesar de sus imperfecciones, creó un marco que garantizaba la convivencia entre los españoles: la libertad de enseñanza; justicia independiente; libertad de expresión, cátedra, libertad de pensamiento. Todo ello, columna vertebral de la convivencia entre las distintas formas de entender la vida social y política sin mutilaciones e imposiciones; pues bien, Zapatero nos ha situado al borde del abismo, el problema es que como decía F. Nietzsche cuando miras al abismo, también el abismo te mira a ti. Esta regresión a las pautas revolucionarias con la España de Largo Caballero y Azaña, puede ser o no reversible. ¿Volvemos a la persecución política y religiosa? ¿Volvemos a la separación de España? ¿Volvemos al cierre de medios de comunicación incómodos? ¿O simplemente es nuestro presidente un inepto? Pues bien, creo que el problema no es tanto el presidente sino lo que representa. W. Churchill, en su discurso de 11 de diciembre de 1.925 titulado “Las locuras del socialismo son inagotables”: “...¡ superioridad intelectual! a ellos no se les ha ocurrido ni un sola idea, sino que todas las toman prestadas... Siempre se ponen a adular al primer granuja o asesino que surge en el momento”. La verdad es que Lord Winston no tuvo la suerte de recibir en el número 10 de Downing Street a Zapatero para que le explicase eso de la Alianza de Civilizaciones (estoy convencido que el primer ministro habría salido verdaderamente impresionado), también la cruel y efímera naturaleza le privó de conocer a Evo Morales, Chávez y Castro; ahora bien, no cabe duda que sin conocer a estos cuatro personajes, este visionario británico no sólo fue capaz de advertir al sórdido Neville Chamberlain de forma incansable del peligro nazi, sino que también fue capaz de visionar la política de Zapatero. ¡Era un genio!.

(*).-Enrique Garza Grau es abogado.
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